viernes, 28 de noviembre de 2014

Emilio Valenciano: Asturianos por Don Carlos

La primera vez que encontré el nombre de Emilio Valenciano fue en una entrevista novelizada de su vida escrita por Jose Ignacio Gracia Noriega en su serie de “Entrevistas en la Historia”. En sus páginas se desgranaba una biografía que incluía pasajes notablemente anecdóticos: el levantamiento de partidas carlistas en Asturias, su presencia en las Batallas de Somorrostro, el exilió, su vida en Filipinas,... 

Emilio Valenciano.
Tomado de "Historia Fotográfica de la
última Guerra Carlista"
Durante bastante tiempo dejé este relato aparcado hasta que llegó a mis manos el libro “Historia fotográfica de la última Guerra Carlista (1872-76)” del recientemente fallecido Juan Pardo San Gil y Juantxo Egaña. En sus páginas había una fotografía que tenía el siguiente epígrafe: “Emilio Valenciano, oficial del 1º Batallón de Álava”. Me vino entonces a la memoria que en algún lugar del disco duro del ordenador tenía algo sobre él. Retomé la lectura de aquel escrito y comencé con la búsqueda de más información. Si el relato de su vida ya me parecía “novelesco”, me sorprendió todavía más conocer los hechos que desembocaron en su muerte. Pero… no adelantemos acontecimientos. 

Le he dado vuelta a la web pero he sido incapaz de volver a localizar el link original de “Entrevistas en la Historia: Emilio Valenciano y la fuerza de la tradición” de Jose Ignacio Gracia Noriega. Estoy seguro que el autor se documentó notablemente para realizar su escrito, de hecho hay una biografía del personaje; si bien, no he tenido acceso a ella: "Por mi causa y por mi Hogar. Memorias inéditas del Comandante de los Ejércitos de Carlos VII, D. Emilio Valenciano y Díaz"; así que tomaremos como referencia los datos que aporta Gracia Noriega.

Emilio Valenciano Diaz nace en Olloniego (Asturias) el 15 de enero 1851 en el seno de una familia tradicionalista. Con 6 años es enviado a casa de su abuelo materno, Antonio Díaz, escribano y notario, para cursar estudios primarios y más tarde el Bachillerato en el Instituto, de 1860 a 1865. Seguidamente ingresa en la Universidad de Oviedo, licenciándose en Derecho en 1870. Permanece en esa ciudad trabajando en “asuntos legales” hasta el 24 de abril de 1872 cuando decide incorporarse a la "partida de Viguri".  


Ruperto Viguri.
Tomado de "Historia Fotográfica de la
última Guerra Carlista"


Ruperto Carlos Luis Viguri Yragorri había nacido en 1829 en Vitoria, en el seno de una familia acomodada de origen bizkaiano. Cursó estudios superiores, llegando a la catedra de Geografía e História en 1862 y ejerciendo en el Real Seminario de Bergara (Gipuzkoa). Los archivos parroquiales indican que se casó en Oñati en 1847 con Micaela Zavala Berriozabal de Elorrio, integrante también de una “buena” familia que hasta 1847 había mantenido el vínculo y mayorazgo. En 1851 nace su primera hija que morirá a los pocos meses y en 1852 nace su hijo Esteban. Ruperto era aficionado al teatro y a la escritura, encontrándose en su archivo familiar (actualmente localizados en los fondos documentales del Archivo de Asturias), además de informes relacionados con la economía y control de su patrimonio, papeles de personajes de varias comedias y sainetes representados en Oñate por la “Sociedad Filarmónica Oñatiense” en 1840, anotaciones literarias y el manuscrito de la novela titulada “Dulce Venganza”. En el curso académico 1864-1865 se traslada junto a su familia en comisión de servicios al Instituto Provincial de Oviedo donde ejercerá como catedrático y secretario. En 1872, y aunque posiblemente no contaba con excesivos conocimientos militares, se puso a la cabeza de un grupo de 24 hombres, donde, entre otros, se encontraban: su propio hijo, Emilio Valenciano, Cayetano Diaz Agüeria, Nicolas Rivero Muñiz (futuro director del “Diario de la Marina” de La Habana y futuro Conde de Rivero), Nicolas Viejo,… .
Sin embargo el levantamiento no enciende demasiados fuegos en la provincia  y la partida se "echa al monte" emprendiendo una solitaria marcha por la geografía asturiana.

Itinerario de la partida de Ruperto Viguri
 por tierras de Asturias en abril de1872
El 24 de abril, bajo un tiempo desapacible, Emilio y su compañero Cayetano Diaz salieron de Oviedo para reunirse en el cercano pueblo de Latores con Viguri, donde se les suministró un exigüo armamento. Avanzando ya en la noche llegan a la población de Las Caldas y a Proaza al amanecer. Allí descansaron y siguieron marcha hasta Teverga, donde se incorporaron nuevos efectivos. 

El tiempo no mejora, y saliendo de esta población les llega la noticia de saberse perseguidos por las autoridades. En un intento de escapar deciden ir hacia el Norte, y bajo un tiempo inclemente, llegan hasta la aldea de Bandujo. De nuevo jugando al despiste bajan hasta Bárzana de Quirós, y de allí, a Villamarcel donde hacen noche. La lluvia ha dado paso a la nieve en las alturas, y para evitar a los carabineros y guardia civil, deciden continuar por los montes hasta Torrestío ya en la provincia de León. Allí les dan caza y estando cansados, con algunos enfermos y hambrientos, optan por rendirse. La partida de Viguri ha estado menos de una semana marchando y contramarchando. Ya bajo arresto son llevados a Telledo y de allí a la cárcel de Pola de Lena, donde permanecerán un par de días, para seguidamente ser trasladados de vuelta a Oviedo. 

Partida de Ruperto Viguri tras su apresamiento.
Tomada de "Historia Fotográfica de la última Guerra Carlista"
Permanecen en la capital hasta noviembre, siendo embarcados con destino a las Canarias. Allí reciben finalmente su rigurosa sentencia: 10 años de prisión en Cuba. Para evitarlo, Emilio y otros compañeros se evaden en un vapor que tras hacer escala en Gibraltar llega Marsella un 29 de junio de 1873, no tardando en pasar de nuevo la frontera para reincorporarse a los ejércitos del Norte. 

Por mediación del también asturiano Guillermo Estrada Villverde, Emilio es recibido por Don Carlos y con el grado de alférez es destinado a la 3º Compañía del 1º Batallón de Álava, donde coincide con su jefe de partida: Ruperto Viguri.

De nuevo a las ordenes de Viguri comienza verdaderamente la guerra para Emilio. Participa en la Batalla de Montejurra, siendo condecorado. En enero de 1874 es ascendido a teniente, marchando al intento de tomar Santader. En marzo se encuentra en la línea de Somorrostro en la batalla de San Pedro de Abanto, donde muere uno de sus amigos: Cayetano Diaz, del pueblo de Ceceda. Tras la batalla de Abarzuza es destinado de nuevo Asturias con el objetivo de levantar en armas la provincia. Allí se incorpora a las móviles, insistentes y resilentes partidas asturianas, colaborando con  Melchor Valdes Hevia y Prospero Tuñon. Pero con el aumento de la presión sobre el territorio carlista en el Norte , es requerida su presencia de nuevo en el territorio vasco, donde defiende la denominada Línea de Balmaseda, como oficial de un batallón alavés. En diciembre de 1875 es ascendido a capitán y en febrero de 1876, ya con el grado de comandante, atraviesa la frontera con los restos del ejército derrotado.

No permanecerá en Francia demasiado tiempo, si bien, llegó a conocer a Julio Verne e incluso le acompañó en un vuelo en globo. En 1877 regresa a España, acogiéndose  a la amnistía, y se establece en Madrid como abogado. Tres años después, en 1880, viaja a Filipinas a la ciudad de Iloílo, donde un pariente tenía un despacho de abogados. Allí permanecerá 18 años, siendo fiscal, alcalde y capitán de las milicias locales.

Con la perdida de la colonia en 1898, Emilio vuelve a España con su mujer y dos hijas. Tiene 47 años y mantiene bien presente su pasado carlista. Según se narra en el libro "Homenaje a Juan Uría Ríu", con el comienzo de la denominada “crisis del 98” hay sectores del carlismo que consideran que es un buen momento para volver a organizar una revuelta armada contra monarquía de la regente Maria Cristina. En Asturias, el vehículo propagandístico de esta corriente será “El Fusil”; un semanario que apareció clandestinamente en Oviedo en 1899 elaborado, según parece, por Emilio y otros conocidos carlistas. Detenidos por conspiración, ingresan por breve tiempo en prisión.

Manteniendo su actividad como abogado y ya inmerso en las luchas internas del carlismo, Emilio toma partido por la rama denominada “tradicionalista” en contraposición del “integrismo”. Dado que ambas corrientes cuentam con sus propios medios de comunicación, Emilio, como director de “Las Libertades”, no duda en mantener encendidas polémicas desde las columnas de su diario, con sus "primos hermanos" integristas.

En 1924, don Jaime le nombra jefe de los carlistas (tradicionalista) de Asturias.

Emilio Valenciano.
http://robustianohevia.blogspot.com.es/
En 1934, ya convertido en un venerable anciano, vive en su pueblo natal, Olloniego, junto a su mujer, Fortunata Garcia, y una de sus hijas, Pepita.

Sin embargo, esta última etapa de su vida tampoco va a ser calmada. La convulsión política del momento es cada vez más pronunciada, y la vorágine de acontecimientos hace tambalear los cimientos de la II República. Las tendencias políticas en Asturias divergen cada vez más, creando un abismo insalvable entre derechas e izquierdas. El 5 de Octubre estalla una huelga general revolucionaria que se hace con el control de prácticamente la totalidad del territorio asturiano. Durante 15 días los revolucionarios consiguen establecer un régimen de corte comunista, y a pesar de los esfuerzos del “Comité Revolucionario provincial de Asturias” por mantener el orden, la violencia anticlerical hace acto de presencia. La brecha existente entre las políticas sociales que promulga la clase obrera y la iglesia son insalvables; y el antagonismo y el resquemor labrado durante años, desemboca en uno de los episodios más negros de la II Republica, con persecución y asesinatos indiscriminados.

Indudablemente Emilio es una  figura destacada del pensamiento tradicionalista, con un notable peso específico en materia política y  social, que le hace ser "blanco" de los revolucionarios.

Según relata el  Jose María Vallejo en el periódico tradicionalista “Siglo futuro” en la edición de 30 de octubre 1934:

“Era el día 5, y como a las cuatro y media de la madrugada empezaron a oír unas fuertes detonaciones y un ruido confuso como de infernal algarabía; era la turba que se acercaba a la casa y disparaba contra ella bombas de mano y metralla de fusilería. A pesar de los requerimientos para que franquearan la puerta, no se hizo, y fuera quedaron, sin entrar tampoco en el jardín, cuya cancela estaba cerrada. Era muy recio el ataque y se hacía indispensable poner término a aquella situación angustiosa. En la casa se encontraban el anciano matrimonio, su hija Pepita y la señorita María Hevia, que pasaba con ellos una temporada.

A las doce del día la señorita Hevia salió a la puerta a parlamentar con los asaltantes. Estos le manifestaron que respetarían las vidas y que lo que querían era registrar la casa a ver si había armas. Penetraron, se dieron a un minucioso registro y, como nada de particular encontraron, fuéronse. Se podía respirar. Marchó la familia a buscar lugar más seguro que el de la propia casa, blanco tan predilecto de los revolucionarios.

Sábado día 6. Se imponía recoger algunas cosas necesarias que en la huida dejaron abandonadas, y entonces la familia, siempre reunida, volvió a su casa. Nueva visita. Dos hombres, uno de ellos llamado Manuel Villar, se presentaron, diciendo;

—Tenemos orden del Comité (jefe de este Comité era Robustiano Hevia, barbero y presidente de una sociedad llamada «Emancipación clasista») de que vaya usted al cuartel—dijeron a don Emilio,
-Bueno, pues ya iré—respondió.
—No, no; es que tenemos que llevarle nosotros—contestaron.

Nada valieron las angustias y súplicas de la familia; allá fué conducido al cuartel de la Guardia civil, convertido ya en prisión. Allí estaba, entre otros, el señor cura párroco, que contaba setenta y un años, y al que tenían incomunicado.

Durante el cautiverio, la familia le llevaba la comida, permitiéndoseles sólo llegar hasta la puerta y siendo cuidadosamente registradas las cestas y hasta los alimentos mismos, siempre en busca de armas, a las que, por lo visto, tanto temían. No permitieron que se le llevara colchón. Días después volvieron a la casa los revolucionarlos, y esta vez con el doloso propósito de querer encontrar un bando contrarrevolucionario que nunca existió, y el sable que el veterano usara en la guerra carlista.

A las veces podía el detenido entregar a la familia, al propio tiempo que recibía la comida unas hojillas de almanaque en cuyos huecos blancos escribía sus pensamientos, sus deseos, sus recomendaciones; algo así como el testamento de última voluntad de un sentenciado a muerte por ser cristiano caballero. En la correspondiente al día 1 de octubre, Santo Angel Custidio de España fecha anterior a la de su detención, pero que no encontró antes otra mano que la arrancara, entre otras cosas escribía, a los suyos:

«No os aflijáis. Muero muy tranquilo porque es por haber cumplido con mi deber. Rogad a Dios por mí, pues tengo la seguridad de que moriré asesinado. Un fuerte abrazo a todos; ya sabéis que soy viejo y no había de vivir mucho tiempo. Adiós. Emilio.»

Efectivamente, el día 10, por la noche, juntamente con el venerable y anciano cura don Joaquin del Valle les sacaron del cuartel. Fueron llevados al cementerio, y allí unas descargas pusieron fin a aquellas vidas”.

La viuda y la hija se trasladaron a Donosti donde se encontraba viviendo su otra hija, Marina. En breve comenzará la Guerra Civil.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Amigos Enfrentados: Barandica y Rodriguez Vera

El relato de los acontecimientos de la Guerra Carlista está saturado de referencias a hermanos, familiares o amigos que enfrentados por convicción, por deber o por simple azar se armaron, no dudando en dispararse y acometerse a la bayoneta.

En esta entrada al blog nos centraremos en estas anécdotas, pequeños detalles de microhistoria llenos de humanidad que se repetirán con diferentes nombres y apellidos. La Guerra Carlista nunca fue una guerra romántica.



Firma de Manuel Barandica Abaro_Echeverria.
Tomado de: "Diccionario Biográfico de los Diputados
Generales, Burocratas y Patricios de Bizkaia"
A lo largo del siglo XIX la familia Barandica Mendieta se labró un notable porvenir dentro de la política y la pujante industria de Bizkaia.  El padre, Manuel Barandica Abaro-Echeverria (Amorebieta 1793 – Bilbao 1855), fue escribano y político de claras tendencias liberales. Casado con Casilda Mendieta Zarate (Amorebieta 1803 – Bilbao 1878), primeramente se establecieron en Amorebieta donde fue secretario del ayuntamiento y de allí pasó a Bilbao, desempeñando distintos cargos: secretario de policía, secretario de Gobierno y de Justicia de la Diputación y traductor de las actas de Juntas Generales.

Los archivos parroquiales nos indican que tuvieron 11 hijos, algunos también figuras destacadas de la clase bizkaina, que incrementaron de forma notable el patrimonio familiar:



Manuel Barandica Mendieta
Enciclopedia Auñamendi
Manuel Barandica Mendieta (1827 – 1899) fue el hijo primogénito. En 1851 obtuvo el título de Licenciado en Jurisprudencia, siendo regidor en la Diputación Bizkaina entre 1852 y 1854, para posteriormente dedicarse a a la actividad financiera como director del Banco de Bilbao desde 1864 hasta 1895.

Torcuato Barandica Mendieta (1841 – 1899) fue el 5º hijo varón de la pareja. Estudió la especialidad de ingeniería de Minas en Lieja (Francia), y posteriormente ocupó importantes cargos dentro de la industria bizkaina.


Por su parte Vicente Barandica Mendieta, fue el 3º hijo varón, naciendo en 1836, cuando la pareja ya estaba viviendo en Bilbao. En una familia de políticos, ingenieros y abogados, Vicente prefirió la vida castrense, estableciéndose en Madrid. No han sido mucho los datos que he podido encontrar en relación con su evolución en el ejército, pero fue allí donde se encontró con Francisco Rodriguez Vera (Orihuela 1838 – Hellin 1913), del que ya hemos hablado en la entrada de la Bandera del 6º de Guipuzcóa.


La carrera militar de ambos debió ser muy similar compartiendo destinos en las colonias. En 1862 lucharon en la campaña de Santo Domingo ya con el grado de capitán de artillería. Pocos años después retornaron a la Península. Vera fue asignado al 4º Regimiento Montado de Artillería, mientras que Barandica militó en el 3º, ambos en Madrid. Para entonces ya sabemos que eran íntimos amigos, según indicó un veterano carlista, Roque Alday, al Padre Apalategui:


“Barandica era un bilbaíno, íntimo amigo de Rodriguez Vera”, 


y en boca del propio Rodriguez Vera, Roque pone estas palabras:


“- (Barandica y yo) Siempre hemos andado juntos”.


Con la llegada de la década de los 70, los caminos de ambos amigos comienzan a separarse. Vicente se casará con Alejandra-Elvira Ampuero Moragas. Su amigo, Rodriguez Vera, parece que no tuvo tanta fortuna en cuestión del corazón. En su biografía se describe que en reiteradas ocasiones apuntó el deseo de casarse, algo que no llegó a realizar. En 1871, Rodriguez Vera decide dejar el ejército y al poco marcha a Francia con la firme decisión de entrar en un convento. Según lo que el propio Rodriguez Vera contó a Roque Alday:


“- El día que se casó Barandica entre yo en el convento”. 


Pero “Las Españas” viven momentos convulsos. Con la proclamación de la República, y el comienzo de la guerra carlista, Rodriguez Vera deja los hábitos y vuelve a la Península. Sin embargo, toman bandos diferentes: Rodriguez  se incorporará a las huestes carlistas, mientras que Barandica permanecerá en las filas republicanas. Posiblemente las tendencias políticas familiares pesaron mucho sobre sus decisiones.


Ambos son destinados al frente “Norte”. Barandica deja en Madrid a su mujer y a sus dos hijos de corta edad: Manuel (Madrid 1872 – 1948) y Elvira (Madrid 1873 – 1943). Por su parte Vera queda bajo las órdenes de Lizarraga, pero pronto es destinado a la sección de artillería. En esta situación de guerra declarada se anota la siguiente anécdota contada por el veterano carlista Roque Alday:


“Estando en Asteasu […] se nos pasaron 4 artilleros liberales con sus respectivos machos.

-¿Quién manda vuestra batería? -les preguntó Rodríguez Vera.
-El capitán Barandica -respondieron. […]
Tuvo (Rodriguez Vera) la humorada de extender una orden mandando se diera de baja a los soldados por haberse pasado a los carlistas y remitió la orden a Barandica”.

Indudablemente el aprecio y simpatía que se tenían debía de ser fuerte, siendo capaces de mantener en aquellos momentos tan sombríos, los detalles de humor que engalanan toda amistad.


Finalmente fue en el frente de Somorrostro, en marzo de 1874, cuando ambos amigos se encontraron. Vera al mando de una exigua fuerza de cañones, la Sección de Montaña de Guipúzcoa y Barandica, como teniente coronel capitán de 2º Regimiento de Artillería de Montaña.



Asalto a Putxeta. Álbum Siglo XIX
El día 27 de marzo, la batalla de San Pedro de Abanto se encuentra en su apogeo. Las tropas liberales se empeñan, una y otra vez, en romper al asalto el centro del campo fortificado carlista. La lucha se torna especialmente cruenta en los alrededores de la iglesia de San pedro de Abanto, convertido en un fuerte reducto. Los oficiales liberales no dudan en hacer avanzar su artillería para posicionarla en zonas cercanas a la línea de fuego y poder batir las trincheras carlistas. Los parapetos para estas piezas tienen que ser construidos bajo una recia lluvia de balas. Barandica se encontraba en una de esas improvisadas fortificaciones, en pleno asalto a los caseríos de Murrietas, cuando según relato del periódico “El Imparcial” y “La Discusión”, una bala de fusil le atravesó el pecho, cayendo mortalmente herido.

“ […] Una bala de fusil atraviesa el pecho del valiente capitán hallándose éste en la batería situada a espalda y a unos 200 metros de Las Carreras. En aquel momento se habían agotado las hilas y los vendajes que el médico tenía en el reducto. Para traerlas de Las Carreras era necesario atravesar al descubierto esos 200 metros, por donde caía copiosa lluvia de balas. Un artillero, sin consultar otro sentimiento que el afecto profundo a su capitán, sale de la batería y desciende rápidamente la cuesta hasta Las Carreras, adonde llegó ileso. Una vez en su poder las hilas y vendajes emprende la vuelta sin detenerse un paso; pero al llegar a mitad del camino y junto a un pozo o balsa donde se saca agua para las caballerías, vé caer a su lado una granada con espoleta, de las pocas que consiguió hacer llegar hasta esa distancia el cañón carlista de San Pedro. El heroico artillero, rápido como el pensamiento, deja en el suelo las hilas, coge con ambas manos la granada, la arroja al pozo, y después de recobrar las hilas continúa su ascensión a través de una nube de plomo, llegando a la batería a tiempo de que, con los medios por él llevados a tanto riesgo, se contuviera la hemorragia del herido”.


Este hombre se llamaba Tomas Bornes, manchego de la 3º compañía del regimiento de montaña. Parece que gracias a la asistencia de este soldado, se le aplicaron las primeras curas a Barandica, pudiendo ser retirado del frente y trasportado hasta Castro Urdiales. La lucha había producido tantos heridos que resulta imposible darles acomodo y trasporte a todos. En el diario “La Época” aparece la siguiente reseña:


 “Me ha afectado profundamente, dice el corresponsal, ver esta mañana tendidos en dos carretas al coronel señor Moltó y al capitán de artillería Sr. Barandica, heridos ayer. Ofrecí a este último un lecho de los que hemos preparado en el Carmen para Jefes y oficiales; pero con una exquisita delicadeza el joven artillero prefirió dejar para otro ese lecho, yendo a buscar el de una casa particular donde pueda costearse los gastos de su curación”.


Pocos días después Vicente Barandica muere de las heridas sufridas.



Diario "La Época" 11 de abril de 1874
Según consta en los escritos de Apalategui, cuando Rodriguez Vera se enteró de la muerte de su amigo exclamó:

“-Pues ahora tendré que morir yo”.


Vicente será enterrado en Castro Urdiales, localizándose su todavía cuidada tumba en el cementerio de La Ballena: 



Lápida de Vicente Barandica Mendieta.
Cortesía de Ramon Sevillano
“Vicente Barandica y Mendieta Coronel teniente Capitán del 2º regimiento de artillería de montaña. Falleció en Castro Urdiales el 2 de abril de 1874 a consecuencia de las heridas recibidas en las baterías avanzadas el 27 de marzo del mismo año”.

Su mujer se volvió a casar en segundas nupcias, muriendo en 1914. Su hijo, Manuel Barandica Ampuero ingeniero de minas y geógrafo, se convirtió en un reputado intelectual que escribió numerosos trabajos científicos. Su hija, Elvira, fue una notable historiadora y condesa de Cerragería por matrimonio.


De las vicisitudes de su camarada Rodriguez Vera ya hemos comentado algo en la entrada de la bandera del 6º de Guipúzcoa.


Por último, resulta también anecdótico que su hermano mayor, Manuel, el político financiero liberal de la familia, dos años después de enterrar a su hermano y habiendo sido elegido diputado a Cortes, defendiera en Madrid las instituciones vascas. En su discurso ante la cámara del 18 de julio de 1876, exponía que el proyecto de abolición foral lo veía como una ley de castigo tras la contienda carlista y anteponía los servicios prestados por estas provincias. Concluía su alocución con el ofrecimiento de lealtad, de servicio a la nación española dentro del marco del sistema foral:


" […] Pedidnos, cuando necesitéis para la defensa de la independencia nacional y de la libertad de la Patria, toda nuestra hacienda y toda nuestra sangre, que no escatimaremos ni una sola gota ; pero no nos arranquéis nuestro árbol santo de Guernica, el roble venerado que tantos siglos ha cobijado con su sombra las Asambleas populares de mi país ; no nos arrebatéis nuestras libertades vascongadas a nombre de la libertad de la Patria ; no nos arranquéis nuestro modo de ser, con el cual estamos connaturalizados, y dentro del cual podemos ser españoles leales, como hemos sido siempre".


Los fueros fueron finalmente abolidos. El germen del nacionalismo vasco comenzaba a prender.