Entrada Actualizada: 10/02/2018
El 4 de junio de 1873, un destacamento de carabineros que defendían un improvisado fortín en el puente de Endarlatsa, fueron fusilados tras rendirse a la partida del cura Santa Cruz. El dramático suceso tuvo una notable repercusión mediática, tanto nacional como internacional; y por supuesto, hubo notables discrepancias en la descripción de los hechos, supuestas motivaciones y posibles justificaciones que llevaron a Santa Cruz a dar aquella orden.
El 4 de junio de 1873, un destacamento de carabineros que defendían un improvisado fortín en el puente de Endarlatsa, fueron fusilados tras rendirse a la partida del cura Santa Cruz. El dramático suceso tuvo una notable repercusión mediática, tanto nacional como internacional; y por supuesto, hubo notables discrepancias en la descripción de los hechos, supuestas motivaciones y posibles justificaciones que llevaron a Santa Cruz a dar aquella orden.
Antigua imagen del Puente de Endarlatsa. Archivo Municipal de Irun |
En el Archivo de la Casa Zabala se encuentra una gran cantidad de documentos oficiales fechados en los primeros meses de 1873 relativos a los partes de comunicaciones internas entre las distintas comandancias y cuerpos militares liberales en la provincia de Gipuzkoa, incluidos miqueletes y carabineros. Entre esta gran cantidad de comunicaciones protocolarias y despachos militares manuscritos se localizan algunos legajos que de forma directa o indirecta aluden a los sucesos de Endarlatsa.
Sirva esta entrada para engarzar dicho material a la narración de los “fusilamientos de Endarlaza”, arrojando alguna luz y posiblemente creando nuevas sombras, en uno de los episodios más oscuros de la última guerra carlista.
Sirva esta entrada para engarzar dicho material a la narración de los “fusilamientos de Endarlaza”, arrojando alguna luz y posiblemente creando nuevas sombras, en uno de los episodios más oscuros de la última guerra carlista.
Contexto Histórico-Geográfico
Oficial carlista revisando el pasaporte de un viajero. Álbum Siglo XIX |
Desde su edificación, los puentes de Endarlatsa han sido considerados como “elementos estratégicos”, ya sea de carácter civil o militar. De hecho, el ciclo de construcción, destrucción y reconstrucción de este viaducto, no solo viene dada por la necesidad de mejorar la comunicación y amplitud de la vía, sino por la obligatoriedad de reemplazar los destruidos durante la última guerra carlista y la guerra civil de 1936.
A lo largo de varios siglos este lugar contó con puestos de vigilancia y peaje, ya fuera de guardia foral o cuerpos centralizados, con el claro objetivo de controlar el tráfico de personas y materiales entre los territorios forales, requiriendo las correspondientes tasas aduaneras, así como para limitar y perseguir el inherente contrabando asociado a los pasos fronterizos.
Por si esto fuera poco, desde mediados del XIX se estaba desarrollando una importante industria supeditada a los importantes cotos mineros localizados tanto en la vertiente navarra como gipuzkoana de la zona y que utilizaban el valle del Bidasoa para dar salida al hierro extraído. Una fuente de riqueza, la más de las veces en manos de gentelmans de la Gran Bretaña, obligada a cruzar este punto geográfico para alcanzar los puertos del Cantábrico.
En la primavera de 1872 la situación en esta zona era especialmente complicada, con una frontera que hervía con los preparativos del alzamiento carlista y un nerviosismo creciente en todos los estamentos sociales. Este escenario de conflicto inminente afectaba sobremanera a los cuerpos encargados de mantener el orden y controlar las fronteras, ya fuera miqueletes o carabineros, que con sus exiguas fuerzas trabajaban en el vano intento de contener a las cada vez más numerosas partidas carlistas. El 2 de mayo de ese mismo año, y contraviniendo los consejos de sus generales, Carlos VII había entrado precipitadamente en Navarra, llegando a la población de Bera arropado por la presencia de unos pocos miles de sus voluntarios. Dos días después esas mismas bisoñas tropas, voluntariosas pero mal armadas, eran dispersadas en Oroquieta en el primer encontronazo de importancia con fuerzas del ejército liberal. Carlos VII huirá al galope volviendo a Francia el 5 mayo, dejando atrás los rescoldos de un incendio no propagado. Las tropas carlistas levantadas en Bizkaia se rindieron tras el Convenio de Amorebieta del 25 de mayo y el resto, se dispersó. La “primavera carlista” había finalizado.
Según comenta el historiador Aurelio Gutierrez, la consecuencia de este fallido primer levantamiento trajo consigo un refuerzo del control fronterizo en los pueblos de la montaña Navarra, estableciéndose en las mugas destacamentos de militares liberales. En Bera y en Edarlatsa fueron tropas del Regimiento Luchana, que permanecieron a lo largo del año de 1872, y donde según una orden del Jefe de Aprovisionamiento, “[…] toda la carne, vino y pan, sustento de la guarnición en Endarlaza y en el interior de Vera lo aporten entre los ayuntamientos de Vera y Lesaca, en la forma que ellos crean”. Pero transcurridos unos meses fueron de nuevo los cuerpos de aduanas y fuerzas del orden, las que retomaron el control de la zona.
Cotos y ferrocarriles mineros en el entorno de Irún. Blog "Historias del tren" |
Algunas Consideraciones sobre el Cura Santa Cruz
Mucho se ha escrito (y se escribirá) sobre este personaje envuelto en la leyenda más negra y violenta de la última Guerra Carlista. Su figura de guerrillero ha llenado cuartillas y libros; y ya en la era de las nuevas tecnologías lo encontramos ocupando numeroso espacio virtual con sus andanzas. Sus pertenencias forman parte de colecciones públicas o privadas; además de contar con su propia película y pastoral, no siendo pocas las canciones que versan sobre el mismo. Esta diversidad y multiplicidad de elementos que evocan su persona nos tiene que hacer reflexionar sobre la relevancia y la complejidad de la figura del cura Santa Cruz en el imaginario colectivo; a la que no deberíamos nunca descontextualizar del teatro donde escenifico los episodios de su vida más relevantes, o al menos, aquellos que más ríos de tinta hicieron correr: la última Guerra Carlista. En cualquier caso, el cura Santa Cruz representa mejor que nadie el antagonismo de dos concepciones bélicas que se simultanearon en la última Guerra Carlista: la guerrilla y la guerra; con sus dos formas de liderazgo: el popular y el oficial.
El Padre Apalategui, jesuita al igual que Santa Cruz en los últimos años de su vida, reunió importante y diversa información sobre su persona, lo que le permitió hacer una labor crítica a las diferentes versiones que sobre las actividades del guerrillero cura se publicaban a principios del siglo XX; así como a elaborar su propia opinión del carácter, de las luces y sombras que habían rodeado a Santa Cruz en aquellos primeros compases de la guerra. Apalategui dejó descrito retazos de la eprsonalidad del cura donde se incluía su desconfianza, su rebeldía y unos principios a los que se ajustaba “sin medias tintas” y sin vacilar: “[…] en el mismo Santa Cruz no todo era valentía y buenas piernas, sino que tenía sus principios doctrinales in remilitari; principios discutibles, muy discutibles […]”.
Famosa fotografía del Cura Santa Cruz y algunos de sus hombres tomada por L. Kornarzewski en un huerto de Vera de Bidasoa. Museo Zumalakarregi |
Fueron precisamente hombres como el cura Santa Cruz los que mantuvieron vivo el conflicto en los meses posteriores al Convenio de Amorebieta, mientras los soldados de carrera carlistas se afanaban en formar un ejército semejante al de sus enemigos. Pero al contrario de otros cabecillas que paulatinamente fueron regularizando sus partidas dentro de los batallones carlistas, Santa Cruz mantuvo su independencia dentro de su propia concepción de “guerra total”; comenzado un camino de divergencia que le llevará al enfrentamiento y a la ruptura con el estamento oficial militar carlista. A decir de Apalategui: “Creía Santa Cruz que la guerra consistía en esos pequeños lances guipuzcoanos. Palizas a liberales, multas a individuos tildados de afectos a liberales, fusilamientos a los que consideraba traidores con criterio a veces harto restrictivo, combates de escaramuza echando a correr en cuanto se acababan las municiones y se ponía de mal cariz la cosa. Todo ellos con poca gente, circunstancia que aducía él como digna de consideración, por el escaso gasto que ocasionaba al País. […] el cura y los suyos, siempre se creyeron con derecho a una independencia desconocida en la guerra organizada y ordenada por un directivo superior”.
Otra imagen del cura Santa Cruz y miembros de su partida. Museo Zumalakarregi |
Es decir, Santa cruz llegó a controlar prácticamente todo un batallón de hombres al que sumaba una exigua artillería con los que sometía, a golpe de marcha y contramarcha, un amplio territorio geográfico que incluía los valles cantábricos navarros y las comarcas gipuzkoanas del bajo Bidasoa, Donostialdea, Tolosaldea y Goiherri. En este ámbito territorial de valles verdes y brumas en el amanecer, Santa Cruz tejerá una tupida red de simpatizantes, espías y gentes atemorizadas, obteniendo por sí mismo los recursos necesarios para armar y alimentar a sus hombres, ya fuera mediante el cobro de impuestos o tasas, o directamente utilizando la amenaza y la extorsión.
Meses Previos
En los primeros meses de 1873, en una situación de creciente inseguridad, el entonces general al mando del ejército liberal de Norte, Ramón Nouvilas y Rafols, comprobaba como la situación comenzaba a escapar a todo control. El ejército carlista que se estaba construyendo estaba todavía en estado primario, pero notablemente móvil en comparación con las escasas, poco motivadas y ocasionalmente indisciplinadas, columnas liberales que les perseguían infructuosamente. Los enfrentamientos eran constantes con partidas rebeldes que golpeaban las pequeñas guarniciones para seguidamente desaparecer, dejando a su paso una sensación de ausencia de control gubernamental. Nouvilas solicitaba a Madrid más tropas y material, obligado a configurar sus columnas con retazos de todos los cuerpos oficiales de los que disponía: tropas regulares, carabineros, miqueletes, guardia civil,… . En su afán por pacificar la zona comenzó a tomar decisiones notablemente ineficaces y cuestionadas. Así, en Navarra se ordenó la voladura de puentes que entorpecieron más a los liberales que a los propios carlistas y se dejaron en manos rebeldes buenas fortificaciones al recibir sus guarniciones orden de abandonarlas. A decir de Brea, Nouvilas fue “el ingeniero que más hizo por los carlistas”.
Ramón Nouvilas y Rafols. Senado de España |
Alejado de la realidad imperante y según consta en la Narración Militar de la Guerra Carlista, el 24 de abril de 1873 Novilas dirigió al Ministro de Guerra en Madrid el siguiente parte: “Acabo de llegar procedente de Vera, Irún, Tolosa, Lecumberri, Cinco Villas y Baztán. Queda situada la columna de Tejada, reforzada con la que mandaba Fernández Morales, para restablecer el espíritu de aquellos pueblos, cortar los puentes del Bidasoa, perseguir y exterminar las pequeñas partidas y ocupar las aduanas establecidas por loa carlistas. Los batallones de León y San Quintin, á mi paso por Oyarzun, han cambiado en San Sebastián el armamento Berdan por Remington. Con el Berdan entregado se organizarán voluntarios en los valles del Baztán y Santesteban. Con las disposiciones adoptadas queda cubierta la frontera é impedidas las correrías de la facción a Vera. El espíritu en Guipúzcoa, muy levantado en favor del Gobierno. Inmediatamente que termine la reorganización de las columnas, su paso por esta plaza, saldré para la persecución combinada de la facción”. Pero la situación “real” en las provincias vasco-navarras distaba mucho de las sensación “de control” que trasmitía este documento. De hecho, Nouvilas había confiado al coronel Jose Saenz de Tejada una complicada misión, en un terreno difícil donde las “facciones” como la del cura Santa Cruz imponían su ley y donde generales como Lizarraga y Dorregaray comenzaban a dar forma a los batallones regulares carlistas.
El 23 de abril Tejada comenzó la fortificación del puente de Endarlatsa destacando para ello a un oficial del Batallón Cantabria con dos compañías y dos secciones de ingenieros. Los trabajos de defensa fueron hostilizados por las partidas carlistas; no en vano Endarlatsa y su puente constituían un elemento vital de control para ambos contendientes. De hecho, al día siguiente de comenzar las obras se describe en la Narración Militar el ataque sufrido por parte de las “facciones Santa Cruz, Martínez, Caperochipi y otras, en total unos 600 hombres, que ocupaban las alturas inmediatas” y que obligaron al coronel Tejada a movilizar a toda su columna para alejar a los carlistas del puente y rescatar a su destacamento.
Los trabajos terminaron, pero el resultado no fue en absoluto el esperado para una zona de semejante relevancia. Citando al historiador Martin Ugalde Orradre: “En el puente de Endarlaza, utilizado como puesto avanzado, se fortifica la casa llamada de “la Cadena” por residir en ella el encargado de cobrar el impuesto provincial a los carruajes. La defensa consistía en un pequeño fortín o tambor de mampostería de unos 3 metros de alto, con varias aspilleras, cubierto de tejas sin ningún blindaje”. A ojos de todos, el pequeño reducto no dejaba de ser “un apaño” que adolecía de todo tipo de defectos: estratégicamente mal posicionado, pequeño, incomodo, insalubre, inseguro e ineficaz. Otra descripción la encontramos en el libro Glorias Militares de Carabineros y Guardia Civil de Joaquín Viciana Hernandez: “Este mal llamado fuerte, […], no tenía de tal otra cosa que el nombre, puesto que era una casa de piedra situada en la falda de una pequeña colina inmediata al puente y á la que, aspillerada y rodeada de un pequeño foso, se le dió el pomposo nombre de fuerte”. En el diario el Heraldo de Madrid del 3 de junio de 1933, el fortín se convierte en una simple “caseta”: “[…] logró al fin fortificar en los últimos días de mayo una caseta de piedra situada en la falda de una pequeña colina navarra que dominaba, además de la ría, línea divisoria en ese sitio de la frontera franco-española, el puente de Endarlaza, punto obligado de paso entre las provincias de Guipúzcoa y de Navarra, en la cual caseta, previamente aspillerada y defendida por un pequeño foso […]”.
Tomando como referencia las descripciones de época, el fortín se localizaba en la orilla navarra del Bidasoa, no excesivamente alejado del puente, pegado a la ladera del monte Alkozpe. En este sentido hay que hacer constar que existe un error de su situación en varias descripciones actuales donde se incluye una foto que muestra una casa bajo el torreón de la línea “Erlaitz-Endarlaza” en el lado gipuzkoano, indicando que se trata del lugar donde se levantaba el fuerte de los carabineros.
Miqueletes guipuzcoanos. Enciclopedia Auñamendi |
Como anécdota paralela, es necesario hacer constar la existencia de una confusión con el apellido Orozko y Egozkue, en las crónicas de Ugalde. El historiador esta haciendo referencia a Juan Egozkue, uno de los principales cabecillas de las partidas que se pusieron a las órdenes de Santa Cruz. Continuando su relato: “Juan Orozko (Egozkue), ex-cabo de la guardia civil que estuvo de servicio en Irún, y abandonado su puesto se pasó a la partida, obteniendo como premio a su traición el grado de capitán. La otra compañía la mandaba un cura. […] Los miqueletes emboscados dejaron que el enemigo se acercara y rompiendo el fuego les ocasionó un muerto y dos heridos. Parece que Santa Cruz hizo salir de sus filas a los capitanes, insultándoles: obligo a que Orozko (Egozkue) se confesara con él diciendo a los suyos: “A ese pegarle cuatro tiros”, orden que fue ejecutada en el acto. Orozko (Egozkue) era algo sospechoso para los de la partida por su procedencia liberal y porque, según decían, su mujer salía de Irún los sábados con cartas para él…”. Al igual que con muchas de las decisiones del cura, existen muchas y diversas narraciones del mismo hecho. Esta exposición relativa al fusilamiento del cabecilla Juan Egozkue quedaría en una mera anécdota sino fuera porque en el diario La Esperanza del 15 de mayo se hace eco de la siguiente noticia: “El Memorial de los Pirineos refiere en estos términos los pormenores del fusilamiento del oficial carlista Egozene (sic): En el combate de Endarlaza, dice, y cuando la ventaja estaba de parte de los carlistas, Egozene (sic), ayudante de Santa Cruz, mandó tocar retirada. Cuando los vascongados entran en fuego es difícil contenerlos, y sin hacer casó de la corneta desalojaron á sus contrarios. Poco después llegó Santa Cruz, y al quedar en las posiciones que las fuerzas que mandaban habían ocupado, no faltó quien llamase la atención del jefe sobre la conducta de Egozene (sic). Le habló de traición, y un Voluntario dijo que había visto que una mujer había entregado á Egozene (sic) una carta antes de que comenzase la acción. Interrogado éste, respondió negativamente.
—Conviene registrarle, dijo un carlista.
Así lo hicieron, sin hallar nada qué confirmase la sospecha. Entonces uno de los de la partida se acercó á Egozene (sic), que llevaba vendado un brazo, y entre los pliegues del pañuelo encontró una carta, en la. que se ofrecía ,80.000 rs. al que entregase al Cura Santa Cruz.
—Mucho dinero es ese, exclamó el cabecilla; si alguno de vosotros quiere ganarle, á tiempo está; pero de todos modos no quiero ser vendido por este traidor.
Acto continuo formó un Consejo de Guerra, y Égozene (sic) fue condenado á ser pasado por las armas. La sentencia se ejecutó, siendo enterrado en Goizueta”.
La realidad descarnada es que el 29 de abril se encontró el cadáver de Egozkue, al que oficialmente el cura hizo pasar por las armas “porque era partidario de Lizarraga y andaba queriendo acabar con la partida”.
Días Previos
En los días previos al 4 de junio son varios los documentos oficiales contenidos en el Archivo Zavala que nos informan del relevo de miqueletes estacionados en Endarlatsa por un destacamento de Carabineros, aportando datos y elementos, hasta la fecha inéditos.
Ignacio María del Castillo. Senado de España |
“Los miqueletes de Guipúzcoa de (la) columna Tejada mandados regresar a su provincia han quedado de guarnición en Endarlaza. Ruego a V.E. mande que sean relevados pues urge su venida. Debo decir a V.E. que la columna Tejada sola, es más fuerte que todas las que quedaban en esta provincia”.
Las órdenes fueron cumplidas y el 1 de junio los miqueletes eran sustituidos por una fuerza de carabineros. En un documento remitido al general Castillo desde la Comandancia Militar de Irún se le informa del reemplazo:
“En el día de ayer quedo verificado el relevo de los miqueletes del puesto de Endarlaza por los 40 hombres y un oficial del cuerpo de carabineros que presentaba su servicio entre Behobia y aquel punto. Tengo el honor de manifestarlo a V.E en cumplimiento de mi deber. Dios guarde a V.E. Irún 2 de junio de 1873. Jose [ilegible]”.
Carta manuscrita del relevo de los miqueletes por carabineros. Archivo Zavala |
Es decir, los miqueletes fueron reemplazados por un destacamento que alternaba su actividad de control aduanera entre los puestos fronterizos de Behobia y Endarlaza. Sin embargo, el destino en el nuevo fortín durante un periodo de tiempo que se considera permanente, generaba un notable malestar, no dudando sus oficiales en remitir cartas a sus superiores, donde se hacían eco del disgusto que dicha orden producía en sus hombres, dada la nefasta situación que tenía el fortín para su habitabilidad, defensa; y algo que consideraban no menos importante: la imposibilidad de estar cerca de sus familias. En el Archivo Zabala se conservan copias de comunicaciones remitidas al 1º Jefe de Carabineros de la Comandancia de Guipúzcoa de Irún, Pablo Moreyra de Ugarte, por parte de los oficiales de carabineros Jose Arnaiz y Manuel Torres:
“Al anochecer de hayer (sic) sustituyó el destacamento de Endarlaza el teniente D. Valentín García y 40 individuos según tenia indicado a V.E. Cumple a mi deber manifestar al propio tiempo que dicho destacamento sobre los peligroso y ocasionado a una desgracia que es si el enemigo en número se propone tomarlo, tiene el inconveniente de su mezquina localidad para tanta gente, que desde el día que se monta el puesto hasta en el que se deja, no se desnudan, ni tienen por lecho más que el suelo donde apenas caben. Por estas circunstancias de insalubridad y gran peligro, los jefes de los Cuerpos gestionan incesantemente porque este destacamento sea del más corto plazo posible. Lo que para su superior conocimiento manifiesto a V.E. dándole estos pormenores, por si, como no dudo donde emplear su autoridad e influencias en que el mencionado destacamento sea tan corto como pueda ser, habiendo con ello la salud de los que lo componen y aún más, el mal efecto de cualquier desgracia ajena al valor, que les sobra, pero sí inherente a las fatales condiciones a la defensa del puesto. Irún 2 de junio de 1873. El 2º Jefe, Jose de Arnaiz”.
“Carabineros 2º Compañía de Infantería Comandancia de Guipúzcoa. Número 214. Al emprender la marcha en el día de hayer(sic) los 40 individuos de esta compañía que a las órdenes del teniente D. Valentín García y por disposición superior se han situado en el puente de Endarlaza, se han manifestado algunos que: teniendo en consideración el especial servicio que en dicho puente han de prestar y la imposibilidad absoluta de tener a su lado sus familias y de reunirse ni aun siquiera para comer, desearan si en ello no hubiera inconveniente que alternase el resto de las compañías en el expresado servicio. Lo que tengo el honor de participar a V.E para la resolución que estime conveniente. Irún a 2 de junio de 1873. Manuel de Torres. Sr. Coronel 1º Jefe de la Comandancia”.
Fragmento de la carta de Moreno y respuesta del general Castillo. Archivo Zavala |
Al margen de la escueta carta, encontramos en el mismo documento, la contestación manuscrita del general Castillo: “Al Ilustrísimo Gobernador Militar de San Sebastián. Por el escrito de V.E de 2 del actual, quedo enterado de que se ha establecido el destacamento de carabineros en Endarlaza, en relevo de los miqueletes que han pasado a Oyarzun. Debo manifestar a V.E en contestación a dicho oficio que al ordenar yo al Comandante Militar de Irún que mandase los referidos carabineros a Endarlaza, se previniera que no se interrumpiera el servicio de su instituto, sino en el caso de confirmarse (la aparición de) una facción (carlista) numerosa; y que ese servicio, presentándose desde el puente de Behobia y desde el de Endarlaza, era menos fatigoso, puesto que solo tenía que recorrer cada uno de los grupos la mitad de la distancia. Lo digo a V.E en contestación a su citado oficio y para que lo haga saber al Comandante Militar de Irún, por si no hubiera recibido mi orden. Firma. Castillo? 4 de junio de 1873”. De esta respuesta, realizada ya en el fatídico día 4, se desprende que el general Ignacio María Castillo no había recibido los comentarios que los mandos de los carabineros en relación con el pésimo estado del fuerte de Endarlaza, y únicamente presentaba contestación a la necesidad de mantener en ambos puentes (Behobia y Endarlaza) el servicio aduanero; exponiendo que únicamente se interrumpiera este servicio en el caso de aparecer un fuerte contingente carlista y añadiendo un comentario en relación con las distancias que deberían de cubrir los destacamentos.
Por lo tanto, el alto mando no calculó, no fue consciente o no supo valorar la peligrosidad de aquel destino y la dificultad de socorro en el caso de perpetrase un ataque al destacamento. Pero para entonces, y mientras el general Castillo despachaba su carta, los carabineros de Endarlaza se encontraban luchando aislados, encerrados en aquel poco afortunado fortín.
Por lo tanto, el alto mando no calculó, no fue consciente o no supo valorar la peligrosidad de aquel destino y la dificultad de socorro en el caso de perpetrase un ataque al destacamento. Pero para entonces, y mientras el general Castillo despachaba su carta, los carabineros de Endarlaza se encontraban luchando aislados, encerrados en aquel poco afortunado fortín.
4 de Junio de1873
En la madrugada de un desapacible 4 de junio, el cura Santa Cruz a la cabeza de sus hombres, cercó el fuerte quedando los carabineros encerrados en su interior. A partir de este momento, los pormenores que rodean la toma del fuerte y posterior fusilamiento de los carabineros en ausencia de partes oficiales, quedan recogidos en una notable proliferación de distintas versiones, adornadas con anécdotas y elucubraciones más o menos elaboradas que dificultan la obtención de un relato fiel de lo ocurrido.
Cartel de la pastoral "Santa Kruz". Museo Zumalakarregi |
Teniendo en cuenta lo anteriormente dicho: ¿Cuál es el relato de lo sucedido en el fuerte más verosímil? ¿Cuál es la versión más fiel a lo ocurrido? Posiblemente todas y probablemente ninguna, ya que cada una cuenta con sus propios puntos de vista, su propio discurso y en algunas, transciende claramente una afinidad por uno de los bandos contendientes.
Isidro Ortiz Urruela Política y vida cotidiana de Luis Maria de Zavala |
"Martintxo" en 1930. Revista Ahora |
-¡Oye-decía uno-Los nuestros por ahí arriba…!
-Que no sean carlistas… -dijo otro.
-¡Qué carlistas!... ¡Qué carlistas!...-contestaba el que había hablado primero- ¿Van a estar tan bien organizados con cornetas y eso, como nosotros?
Estaba yo atendiendo a esta conversación entre dos de los del cuartel, cuando de pronto oí un gran vocerío de los nuestros, los que se habían colocado en lo alto.
-¡Viva Carlos Séptimo!- gritaban. Era que muchos carabineros se habían asomado a las ventanas a ver qué era aquello de la corneta.
-¡Viva Carlos Séptimo!
-¡Muera! – gritaron, furiosos los carabineros. Y luego: -¡Viva la libertad!”.
Con el fuerte rodeado y los carabineros encerrados dentro comienza el intercambio de disparos, apoyadas las fuerzas carlistas por el fuego del cañón. Algunos relatos sostienen que algunos familiares se encontraban también en el interior del mismo; así en la Revista Técnica de la Guardia Civil se cita: “Es digno de mencionarse el hecho de que la prometida de uno de los carabineros de Endarlaza, que había acudido a visitarle al fuerte, y a quien el ataque carlista impidió volver a salir, se portó como una verdadera heroína auxiliando a los heridos, facilitando municiones y demostrando, en una palabra, que poseía con alto grado las hermosas virtudes de la mujer española. Se llamaba Brígida Revuelta”. También versiones noveladas del relato, como Santa Cruz de la Novela Vivida, incluyen la presencia, no sólo de las mujeres de los carabineros en el fuerte, sino también la de sus hijos, indudablemente buscando un punto añadido de dramatismo: “Las mujeres de los carabineros despertaban también sobresaltadas y llamaban a sus chicos, vistiéndolos a toda prisa por si era necesario huir. Los chicos lloraban restregándose los ojos: -¡Calla, que viene el cura!”. Otras reconstrucciones modernas han llegado a afirmar que el cura tomó rehenes a las familias, como la que localiza en la enciclopedia Auñamendi: “Habiendo hecho primero rehenes a esposas e hijos, los carabineros parecen querer entregarse mediante una bandera blanca, […]”. Sin embargo, ya hemos dejado constancia que según los partes oficiales el destacamento se quejaba de la imposibilidad de contar con la cercanía de sus familiares, siendo la casa demasiado pequeña, incluso para la guarnición; por lo que es poco probable que los familiares estuvieran presentes en el momento del ataque.
Imagen de una pequeña pieza de artillería de montaña. Álbum siglo XIX |
En el archivo Zavala se localiza otro documento digitalizado manuscrito con un elemento anecdótico de gran relevancia. El 12 de junio, días después de la carnicería, en una misiva que no tiene desperdicio, un oficial escribe desde San Sebastian directamente al general Castillo haciéndole partícipe de lo siguiente: “[…] Deseo es que V.S. sepa también que la desgracia de nuestros carabineros en Endarlaza fue debida a un francés que en el mismo día por la mañana dijo a sus otros compañeros suyos que habitan en esta villa Irún se iba a trabajar a la mina y a donde fue; fue a servir a la facción como artillero que había sido del ejército francés; pues servida la pieza de que disponían los carlistas por ellos mismo no hubieran conseguido nada y así lo habían demostrado que en 14 o 15 disparos que habían hecho no habían acertado uno a los del fuerte del puente, el francés que los presenciaba se lanzó precipitadamente al cañón colocándolo donde creyó conveniente y dirigido y disparándolo por su propio a los tres disparos que hizo consiguió destruir la fortaleza con lo que dio lugar a la rendición de aquellos infelices para luego ser asesinados villanamente; todo lo expuesto es una verdad”. Es decir, en ausencia de un artillero en el grupo de Santa Cruz, fue un francés veterano de la guerra franco-prusiana el que se hizo cargo de la pieza.
El veterano Azurmendi comentaba lo siguiente del fuego del cañón: “Parecía que (los carabineros) iban a poder mantenerse bastante tiempo. Pero de pronto… ¡braam!... Una bala de cañón que pega en la pared y abre una brecha… Y luego otra, ¡braaam!... Y otra… Y otra… ¡Mucho tumulto allá dentro! Voces, carreras, maldiciones, quejas… Y el cañón disparando: ¡braaam!.... ¡braaaam! Durante una hora o así estuvieron aguantando el cañoneo y haciendo fuego ellos detrás de las ventanas”.
Los defensores del fuerte ya contaban con varias bajas y comprobaban impotentes cómo el cañón reducía a escombros sus defensas. Ante semejante situación, la gran mayoría de las crónicas especifican que los carabineros presentaron una bandera blanca. Relatos de carácter más heroico o más encaminados al enaltecimiento de los carabineros como los recogidos en Glorias Militares o Revista Técnica de la Guardia Civil, indican que no hubo tal petición de rendición: “Averiado por completo el edificio, muertos muchos de los que le guarnecían y expuestos sin defensa los supervivientes al certero fuego de los carlistas, el teniente García Rodríguez concibió el heroico proyecto de morir matando, y con los hombres que le quedaban abandonó el montón de ruinas que ya restaba del fuerte y se lanzó fuera, dispuesto a romper el cerco de enemigos o a perecer en la empresa” o “En la imposibilidad de defenderse dentro del fuerte, derruido ya, por los cañonazos de aquel miserable que había sido cura, el denodado oficial concibió la idea suprema de abrirse campo por la carretera, ordenando á los valerosos restos de su fuerza la salida”.
Otras crónicas, como la recogida en el diario La Correspondencia del 9 de junio de 1928, concluía que los carabineros fueron engaños: “[…] Cuando la bizarría de los defensores hizo imposible la victoria, mantuvieron el asedio hasta casi aplastarlos. Y en el momento oportuno pusieron en práctica el ardid. Enviaron un mensaje a las fuerzas (de carabineros), proponiéndoles el rendimiento, a cambio de respetar sus vidas. Agotados e indefensos, aceptaron la proposición […]”.
Algo parecido relataba Francisco Alvarez Andreano, coronel del regimiento Sicilia e hijo del malogrado cabo carabinero Alvarez, en una entrevista publicada el 7 de junio de 1931 en la revista Ahora: “[…] Llegó un instante en que fue necesario pensar en la retirada, en la huida o en entregarse. La munición iba en descenso. Dentro del cuartel se deliberó ampliamente. Huir, rendirse, morir peleando eran tres puntos entre los que había que optar. La mayoría votó por la rendición. Y la bandera blanca no tardo en izarse en el cuartel […]”.
Una variante, la encontramos en la crónica que presenta Ugalde, supuestamente descrita por uno de los pocos carabineros supervivientes, donde se especifica que la bandera blanca existió, pero que los carlistas no aceptaron la tregua: “En situación tan desesperada el teniente mando izar la bandera de parlamento, orden que fue cumplida con un pañuelo blanco atado a la bayoneta por el individuo, hoy único superviviente. Al observar la señal, los carlistas más próximos gritaron: García –el teniente se llamaba Valentín García- ¡No hay cuartel! ¡A cuchillo vais a morir!”.
Coronel Francisco Alvarez Andreano. Revista Ahora |
Pero la postura oficial que siempre sostuvo Santa Cruz y otros testigos carlistas, fue que aquella solicitud de parlamento y su posterior incumplimiento por parte de los carabineros, desencadenó su final. En el libro Romantic Spain el autor afirma que tuvo la oportunidad de entrevistarse directamente con el cura y al preguntarle por lo sucedido, el propio Santa Cruz le hizo un relato descarnado que queda recogido con estas palabras: “Una bandera blanca fue izada en el cuerpo de guardia. El cura ordenó el cese del fuego, y avanzó a negociar las condiciones de la rendición. El enemigo, que lo había invitado a acercarse por la bandera blanca, disparó e hirió a uno de sus hombres”. Parecido comentario se hace en Spain and the Spaniards: “y los carabineros, después de haber perdido varios hombres, izaron una bandera blanca. Los carlistas comenzaron entonces a descender de las alturas hacia el valle, y cuando estaban cerca del puente los recibieron con una descarga de fusilería […]”.
Por su parte, el veterano Azurmendi relataba 57 años después del ataque al periodista Ocaña: “En esto vimos que vimos que allá en frente, por los cerros, iba de una lado para otro uno de los nuestros, así como llevando y trayendo órdenes. –Alguna novedad hay- nos dijimos. Y en efecto, nuestras fuerzas iban dejando de tirar como si les hubieran mandado: ¡Alto el fuego!. Se abrió la puerta del cuartel y aparecieron los carabineros. -¡Ah!-dijimos entre nosotros-es que se rinde. Y saltamos del brezo para recibirlos. Ellos se quedaron sorprendidos al vernos aparecer de improviso, tan cerca. Pero en seguida se echaron los fusiles a la cara y dispararon sobre nosotros… Íbamos tan tranquilos, arma al brazo, de paz… ¡Bien recibimos la descarga! Uno cayó muerto; otros cuantos heridos. Yo entre ellos…”.
Ignacio Roteta en 1930. Revista Ahora |
Aquellos disparos produjeron algún herido o incluso algún muerto entre los hombres de la partida. En Santa Cruz Apaiza se cita al “txistulari” de la partida, hombre por el que el cura sentía gran simpatía; otras le identifican directamente como “Chango”, el chistulari y tamboril de la Partida o “Txango, apellidado Arandia, buen bertsolari y el mejor dantzari de zortziko del valle de Oyarzun”. Sin embargo, en el relato que recoge Ugalde por parte de un superviviente liberal, desmiente estos hechos: “La única baja en los carlistas fue un titulado comandante de la villa de Vera conocido por el apodo de Lechugino. Antes de la guerra era arriero y carbonero, tenía un balazo en el empeine, una leve herida que no penetro en el pie, solo raspo la piel y no hizo cama”. Efectos más severos se recogen en la revista Crónica del 2 de marzo de 1930, donde Severiano Azpeitia, aparentemente un testigo directo de lo sucedido, comentaba que el propio Santa Cruz al ver la bandera de tregua se acercó al fuerte junto a dos de sus hombres: “Pero cuando Santa Cruz y sus dos compañeros se hallaban á unos pasos del fuerte, una descarga cerrada y á quemarropa atronó el espacio trágicamente. Los dos ayudantes del guerrillero caen sin vida á tierra, mientras él escapaba, monte arriba, milagrosamente ileso”.
Sea como fuere, a partir de este momento, la suerte de los carabineros quedó sellada. Siguiendo con la descripción de Ignacio Roteta: “-¡Después fue triste!... Los carabineros salieron corriendo… algunos se echaron al río y allí se ahogaron. Sólo dos o así debieron escapar con vida… A los demás los cogieron y los trajeron junto al cuartel.” Otras crónicas indican que los carabineros supervivientes salieron del fuerte “por las ventanas” o por la “puerta trasera”, con la intención de ponerse a salvo. Seis de ellos se lanzaron al Bidasoa para cruzar a nado a territorio de Francia, donde algunos gendarmes se habían apostado, asistiendo sin intervenir al drama que se estaba gestando. De esos seis, cuatro se ahogaron en el intento o fueron tiroteados en el agua, incluso haciendo pie ya en territorio francés y mientras eran auxiliados por los gendarmes; en una acción que supondrá una queja formal por parte del gobierno francés. Curiosamente de uno de los ahogados se decía en Spain and Spaniards: “[…] de los dos cadáveres que vi recogidos del Bidasoa. El uno tenía veintidós cartuchos en su bolsa, y el otro cincuenta. Teniendo en cuenta que una bolsa cartucho contiene sesenta cartuchos, y que rara vez está completo, se hace evidente que los dos hombres que se lanzaron en el Bidasoa apenas habían luchado más de unos pocos minutos”. En este sentido hay que hacer constar que mientras en varias de las descripciones consta que los carabineros se batieron hasta agotar sus municiones, esta descripción donde uno de los ahogados presentaba su cartuchera llena, unido al botín que se dice tomó Santa Cruz: “27 fusiles Remington y dos cajas de municiones”; parece indicar que la rendición no estuvo fundamentada en la falta de munición.
El coronel de regimiento Sicilia, Francisco Alvarez, relataba así el final de su padre a manos de la partida: “Los hermanos Benavides vadearon el río entre una lluvia de balas y consiguieron ganarla orilla opuesta y ocultarse entre los matorrales. Mi padre y los otros, por la orilla izquierda, pretendían ocultándose, ganar Irún. Fueron descubiertos por los carlistas, y se generalizó el tiroteo. Ganado terreno y batiéndose en retirada, los cuatro hombres, rodilla en tierra, agotaban la munición que les quedaba. Una bala enemiga hirió a mi padre e la rótula izquierda y le impidió seguir caminado. Los demás murieron, pues las balas hicieron blanco en sus pechos. Mi padre fue rematado a la orilla misma del Bidasoa”.
Otro grupo de carabineros parece que intentó avanzar por la carretera en dirección a Irún, pero fueron finalmente rodeados y hechos prisioneros. En el libro Glorias Militares de la Guardia Civil y Carabineros se identifica el punto geográfico del “vado de Charodi”, un arroyo que se localiza a escaso un kilómetro del puente, como la zona donde finalmente se rindieron.
Seguidamente se hizo reunir a los prisioneros cerca del fuerte. El entonces cabo Roteta continuaba su relato explicando: “El amo estaba furioso. Decía que aquello de disparar sobre nosotros después de sacar bandera blanca había sido una traición. Alrededor del montón de carabineros que estaban allí desarmados esperando que se decidía, los grupos de chicos protestaban, indignados también de la traición… Había mucho tumulto…”. También dentro del fuerte quedaba algún herido: “Yo entré un momento en el cuartel […] y vi a un lado de la escalera de piedra del sótano a un carabinero que le faltaba media pierna. El pobre ¡daba unos ayes! Entre Errotaya y otros lo cogieron y lo sacaron a la carretera. Un poco después, cuando salía del cuartel […], Errotaya con su grupo seguía junto al herido, que estaba tumbado en la cuneta. Lo miraba y les decía a sus acompañantes: - Mejor sería rematarlo que no dejarlo que sufra… . Yo eché a correr de miedo de ver aquello…”.
Este carabinero herido es un elemento recurrente en algunas de las descripciones, citándose que murió quemado. Ugalde recoge que fue envuelto en una manta y quemado vivo, mientras que en la descripción que realizó el comandante de Carabineros de la 2º Compañía se cita que un carabinero fue “Quemado en el fuerte después de herido” (Lopez de Rada). El hecho que Roteta, como testigo directo de lo ocurrido, señale en su crónica a Errotoya, “el molinero,” como autor directo de esta muerte se explica por la mala, y parece que, merecida fama que incluso entre los propios hombres de la partida de Santa Cruz acompañaba a tres de sus compañeros. Los supervivientes de la partida entrevistados por Ocaña comentaban: “Errotaya, Ollara y Martolo “el tuerto de Aya”, oficiales a las órdenes inmediatas de Santa Cruz, eran unos bandidos. Los peores crímenes de las partidas del cura son obra de este trío. Eran unos asesinos y unos ladrones sin ninguna preocupación política”, terminado con la afirmación: “Eran mala gente”.
Las crónicas nos hablan de varios intentos de suplicas y de nuevo encontramos referencias a la presencia de familiares de los carabineros. En el libro Crímenes del Carlismo se cita: “El testimonio de cinco desgraciadas mujeres de los carabineros difuntos fue terrible. Refirieron que ellas mismas suplicaron al feroz Santa Cruz que perdonase la vida a aquellos desgraciados veteranos, casi todos padres de numerosa familia, y que les contestó que sólo quedarían prisioneros en Peña Plata, á donde los llevaban, pero las intimó a que inmediatamente se marchasen. Desconsoladas partieron para Irún […]”. Sin embargo el cabo Roteta relataba así el hecho: “Entonces vi al teniente de los carabineros arrodillado delante del amo, abrazándole las piernas. Le pedía que no los matara. El amo, sin hablar nada, hizo que se acercara el abanderado y le enseño nuestra bandera: llevaba dibujada una calavera, y, alrededor de ella un letrero: Guerra sin cuartel. Por fin echamos a andar. Nosotros íbamos delante. Mientras caminábamos oímos de pronto a nuestra espalda un tiroteo muy vivo. Era que estaban matando a los carabineros”.
Otro detalle reflejado en algunas de las crónicas como es el caso de La Cruz Sangrienta, apuntan a la llegada presurosa del cura del cercano pueblo de Biriatu. Según se indica, tuvo la intención de confesar a los carabineros previamente a su final, siendo detenido por Santa Cruz. Algunos autores adujeron falta de tiempo ante la posibilidad de la llegada de tropas liberales; otros, vieron en esta acción una nueva muestra de falta de humanidad de Santa Cruz.
Poco se sabe de los detalles más escabrosos de los fusilamientos. En el libro Crímenes del Carlismo aparece la siguiente afirmación: “[…] se encontraron sobre la carretera una línea de cadáveres y dos o tres grupos de entre ellos abrazados”. Por su parte en Spain and Spaniards se dice: “[…] los veintitrés carabineros que fueron encontrados tumbados en un montón cerca del puente Endarlaza, presentaban un único disparo, no con cuatro, y en su mayoría a través de la cabeza”. La Revista Técnica de la Guardia Civil indica: “[…] hizo fusilar por la espalda a los inermes prisioneros”. Y en la Cruz Sangrienta, se especifica: “[…] Uno a uno se les hizo desfilar por delante de los fusiles que les apuntaban y a sus descargas fueron cayendo en racimos sanguinolentos”. En una carta manuscrita del oficial de artillería Joaquín Llorens varias décadas después de finalizada la guerra encontramos el siguiente pasaje: "[...] En la carretera y puestos contra los árboles que hay al borde la cuneta, fueron fusilados por orden de Santa Cruz. Pedían confesión y no se les concedió, negando los Santos sacramentos a todos. Fueron sí, fusilados, pero a los que no murieron en el acto, se les remató a culatazos. [...]¿Cómo quiere Usted que califique a un sacerdote que niega media hora de vida para que los fusilados por su orden, se confiesen?".
Las revistas liberales no dudaron en incluir el horror que tal decisión causó en algunas de las mujeres de los carabineros que estaban presentes o bien habían acudido, antes incluso que cualquier tipo de ayuda militar, al lugar. En la Revista Técnica de la Guardia Civil se cita que los hombres de Santa Cruz se excedieron con ellas: “[…] llegando hasta acuchillar a alguna de las indefensas mujeres de los carabineros, que, ansiosas de conocer el resultado del combate, habían acudido de inmediaciones para ver a sus deudos”. Por su parte en Glorias Militares también se añaden más datos a este hecho: “[…] No fueron solo aquellos infelices quienes pagaron con su sangre vilmente hecha derramar, la heroica defensa que acababan de hacer; también una débil mujer, la del sargento del destacamento Ignacio García Rodríguez llamada Francisca Zubrigaray, fué herida por un bayonetazo que la dió uno de aquellos villanos, con pretexto de que había querido hacer uso de un cuchillo al ver que su marido había sido asesinado cobardemente”.
Fragmento de una carta personal de Joaquin Llorens. Fondo Barón Montevilla. Cortesía de Victor Sierra-Sesúmaga |
Antigua carretera Bera - Endarlatsa. "Bera gure herria" |
Y así ordenó el guerrillero que le trasladáramos á Vera de Bidasoa. Reunióse el pueblo en la plaza principal y dijo Santa Cruz al condenado á muerte:
—Por tu culpa hemos matado á tus veinticuatro hombres, no por la mía... Preparate á bien morir, que vas á comparecer ante Dios á dar cuenta de tu traición. Y allí mismo confesóle el capellán de los guerrilleros, don Baldomero. Y allí mismo, momentos después, una descarga de los carlistas tronchó sangrientamente su vida...”.
El número de muertos y supervivientes del destacamento sufrió un notable baile de números, que se mantendrá a lo largo de los años. Tampoco será posible afirmar con rotundidad cómo y dónde murieron aquellos que no fueron fusilados, o cómo lograron salvarse los supervivientes. Oficialmente, y tomando como referencia el listado realizado por Joaquin Viciana en 1914, del total de los 41 carabineros: 4 murieron en la defensa del fuerte o en el combate fuera del mismo, 3 perecieron ahogados en su intento de cruzar el Bidasoa y por último, 28 fueron fusilados.
La propia identificación de los carabineros también sufrirá el devenir de los años modificaciones en la trascripción de sus nombres y apellidos. Siguiendo el relato que recoge Ugalde, la mayoría de los cadáveres fueron retirados al cementerio de Bera. El historiador Aurelio Gutierrez ha confirmado este hecho gracias a la localización en el libro de difuntos de la parroquia de San Estaban Protomártir de Bera de Bidasoa de una anotación fechada el 6 de junio de 1873 y realizada por el entonces cura párroco Victor Maria Perosterena: “[…] mande dar sepultura eclesiástica en el día de la fecha a veinte cuatro cadáveres que por el uniforme que traína puesto se supone eran de otros tantos individuos del Cuerpo de Carabineros, pero cuyos nombres se ignoran, distinguiéndose entre ellos un teniente y un sargento. Fueron traídos dichos cadáveres al campo santo de esta villa en la tarde del día cuatro de este mes por diligencia del teniente alcalde de la misma, del punto de Endarlasa en la jurisdicción de Vera donde se hallaron después del hecho de armas que tuvo lugar en el mismo Endarlasa en la mañana de dicho día”. En los días siguientes a esta inhumación, el párroco irá recibiendo información correspondiente a los difuntos por parte de la Comandancia de Carabineros de Guipúzcoa, pudiendo completar así el registro de los 24 cadáveres enterrados.
A continuación se presenta el listado de fallecidos y supervivientes (entre paréntesis y en cursiva variaciones en la trascripcción de nombres y apellidos según distintas bibliografía):
Los fallecidos:
- Teniente Valentín García Rodríguez. Fusilado. Según acta de defunción: de 38 años. Natural de Aguilafuente (Segovia). Casado con María Martín
- Sargento 1º José (Juan) Martín Yusne. Fusilado
- Sargento 2º Ignacio García Rodríguez. Fusilado. Según acta de defunción: de 49 años. Natural de Villalar del Campo (Valladolid). Casado con Francisca Zubigaray
- Cabo 1º Miguel (Manuel) Méndez Rodríguez. Muerto en la defensa del fuerte o en el combate fuera del mismo
- Cabo 2º Francisco Alvarez Alvarez. Muerto en la defensa del fuerte o en el combate fuera del mismo
- Corneta Antonio Alonso Moreno. Fusilado. Según acta de defunción: 28 años de edad. Natural de Busto (Burgos). Casado con Tiburcia Matute y Calvo
- Carabinero Aniceto Alonso Gutiérrez. Fusilado. Según acta de defunción: 33 años de edad. Natural de Pomar (Palencia). Casado con María Santiago Escalante
- Carabinero Antonio de la Iglesia Incógnito. Muerto en la defensa del fuerte o en el combate fuera del mismo
- Carabinero Antonio Pérez Villa. Fusilado. Según acta de defunción: Natural de Madriguera (Segovia). Casado con Teresa Carrera
- Carabinero Antonio Roncero (Romero) Angulo. Fusilado. Según acta de defunción: 33 años de edad. Natural de Logroño (La Rioja). Casado con Petra Diez
- Carabinero Antonio Valencia Sueiro. Fusilado. Según acta de defunción: 33 años de edad. Natural de Videferre (Orense). Casado con Antonia Lusa
- Carabinero Benigno Pejenante (Pegenante, Peginante) Expósito. Fusilado. Según acta de defunción: 31 años de edad. Natural de Pamplona (Navarra). Casado con Casimira Aramendia Astrain
- Carabinero Ciríaco López Llanos. Fusilado
- Carabinero Doroteo Gutiérrez Barragán. Fusilado. Según acta de defunción: 35 años de edad. Natural de Cervillejo de la Cruz (Valladolid). Casado con Fermina Arnanz
- Carabinero Francisco Cristobal Martín. Fusilado
- Carabinero Francisco Pérez Martínez. Ahogado
- Carabinero Gabino Fernández Aristizábal. Fusilado. Según acta de defunción: 30 años de edad. Natural de San Sebastián (Guipúzcoa). Casado con Juana Josefa Urdinarrain
- Carabinero Gabriel Romeo Rubio. Fusilado. Según acta de defunción: Natural de Pamplona (Navarra). Casado con Josefa Ualde Arguindegui
- Carabinero Joaquín Brégua (Bergna, Vergua, Breguez) Moré (Moret). Fusilado. Según acta de defunción: 38 años de edad. Natural de Plan (Huesca). Casado con Emeteria Vallejo
- Carabinero Joaquín Castellanos Bañoras. Ahogado
- Carabinero José Laca (Lara, Lasa) Olasia (Ullaña). Fusilado. Según acta de defunción: de 33 años, soltero natural de Deva (Guipúzcoa). Bautizado en 1840 como Jose Ygnacio Maria Laca Ulacia
- Carabinero José Olaizola Atauri. Fusilado
- Carabinero José Santalices (Santaluz, Satalices) Fernández. Fusilado. Según acta de defunción: 24 años de edad. Natural de Celanova (Orense). Casado con Ramona Feijoo.
- Carabinero Juan Jareño Navarro. Muerto en la defensa del fuerte o en el combate fuera del mismo. Según acta de defunción: viudo de 33 años de edad. Natural de Tomelloso (Ciudad Real)
- Carabinero Juan Pazos Tablas. Fusilado Según acta de defunción: 50 años de edad, Natural de Redondela (Pontevedra). Casado con María Palmas
- Carabinero Leoncio Calvo Vicente. Fusilado. Según acta de defunción: Natural de Saelices (Salamanca). Casado con Vicenta Villanua
- Carabinero Manuel Antuña (Anteña) Riera. Fusilado. Según acta de defunción: 33 años de edad. Natural de Turriellos (Asturias). Casado con Agustina Irari Otazu
- Carabinero Manuel Suárez Fernández. Fusilado
- Carabinero Mariano del Barrio Romo. Fusilado. Según acta de defunción: soltero de 27 años de edad. Natural de Burgos (Burgos)
- Carabinero Pablo Alonso Sáez. Ahogado
- Carabinero Pedro Cervino (Cerviño) Garrido. Fusilado. Según acta de defunción: 36 años de edad. Natural de Fermoselle (Zamora). Casado con María Calzada
- Carabinero Pedro Muñoz Arnedo. Fusilado. Según acta de defunción: soltero de 25 años de edad. Natural de Grávalos (Logroño)
- Carabinero Pejerto (Perfecto, Pegerto) Fernández Incógnito. Fusilado. Según acta de defunción: 41 años de edad. Natural de Torre provincia de Lugo. Casado con Magdalena Novis
- Carabinero Ruperto Sáez Martínez. Fusilado. Según acta de defunción: soltero de 28 años de edad. Natural de Orón (Burgos)
- Carabinero Vicente Suárez González. Fusilado. Según acta de defunción: de 31 años de edad. Natural de Outeriños (Orense). Casado con Agustina Gómez
Los supervivientes:
- Carabinero Santiago Benavides Rodriguez. Se salvó “batiéndose con arrojo por la carretera” (Según el relato de que hace el coronel Franciso Alvarez, los hermanos Benavides vadearon el río, ganando la orilla opuesta y ocultándose entre los árboles)
- Carabinero Anastasio Benavides Rodriguez. Se salvó “batiéndose con arrojo por la carretera”
- Carabinero Jerónimo Ciriano. Se salvó “á nado penetrando en Francia”
- Carabinero Pedro Hernández. Se salvó “á nado penetrando en Francia”
- Carabinero Joaquín Marilla. Se salvó “á nado penetrando en Francia”
- Carabinero Ventura Alvarez. “Se ocultó entre la maleza, habiendo sido herido al pasar el río á nado”.
Fragmento del libro de difuntos de la parroquia de San Estaban Protomártir de Bera de Bidasoa. Cortesía de Aurelio Gutierrez |
Para Santa Cruz la eliminación del molesto puesto de vigilancia, sin duda fue una notable victoria, pero más importante fue la posibilidad de seguir nutriendo a su “propio ejército”. En la documentación recogida en el archivo Zavala encontramos la siguiente afirmación en una carta manuscrita, donde claramente se describe una posible motivación económica en el ataque: “[…] Siendo de una gravedad incalculable la noticia que acaba de darme un buen liberal que por estar relacionado algún tanto con persona conocida del Conde Kranchy y que por estar cerca de este Señor tiene ocasión de saber cuánto pasa de cierto en todo, creo necesario ponerlo en conocimiento de V.E para el uso que crea conveniente: El día 7 paso el citado Conde al puente de Endarlaza a entrevistarse cine el cabecilla Santa Cruz y contrata previa una indemnización la neutralidad absoluta por parte de los carlistas a sus minas y a todos los operarios de las mismas; parece ser, según el confidente, no hubo de satisfacer al cabecilla Santa Cruz lo bastante las cantidades que por tal concepto le señalara en Conde que se despidieron sin avenencia de ningún género, más al día siguiente volvió el conde y después de tener nueva entrevista con el Santa Cruz hubo de quedar arreglado el asunto, el cual lo celebraron con un banquete, al que asistieron todos los oficiales de la fuerza que tiene a sus órdenes el referido cabecilla”. Es decir, a los pocos días Santa Cruz había conseguido que uno de los gerifaltes mineros extranjeros, como era el Conde Kranchy, pagase por mantener la actividad en las minas sin injerencias por parte de su partida. Parece ser que el puente de Endarlatsa no se encontraba incluido en ese trato, y siendo un elemento que facilitaba la entrada del ejército liberal en Navarra, Santa Cruz no dudo en destruirlo, volándolo por los aires el 5 de junio. La puerta del Bidasoa se cerraba en ambas direcciones.
Honorato Saleta. Euskomedia |
Mientras en Navarra se tomaban en serio las tareas de fortificación en un intento de no perder completamente la provincia, en Gipuzkoa cundía el miedo, especialmente en Irun, ante la posibilidad que el ataque a Endarlatsa hubiera sido el preludio de una ofensiva mayor. Así lo recoge el diario El Pensamiento Español del 6 de junio: “El Gobernador Militar de San Sebastián manifiesta que el Comandante Militar de Irún ha mandado concentrar la sección de Fuenterrabía porque se decía que facciones gruesas (carlistas) están en Vera y que hoy avanzarían por lo que hay pánico en aquella villa y tendrá que abandonar la estación”.
Carta manuscrita del General Castillo del 7 de junio de 1873. Archivo Zavala |
Ese mismo día, el general Nouvilas hacía público el siguiente orden, no exento de crítica hacía aquellos desdichados que en un intento de salvar sus vidas habían rendido sus armas, tratándoles, poco menos que de cobardes: “Ejército de Operaciones del Norte.=E. M. G.=Orden general del día 7 de Junio de 1873, en Echarri·Aranaz.=El destacamento del puente de Endarlaza, compuesto de 39 carabineros, se ha dejado sorprender el día 30 (sic) del corriente. El oficial y 26 carabineros, rendidas las armas y prisioneros de guerra, han sido bárbaramente maltratados, y con aleve villanía pasados por las armas. Después que ha tomado el mando de los bandidos de D. Carlos, su pretendido Ministro de la Guerra, titulado general D. Joaquín Elio, de esta manera inaugura su campaña. El desastroso fin de nuestros compañeros es el que os espera, si cometéis la torpeza de dejaros sorprender, con la cobardía de rendir las armas que la República os ha confiado para la defensa de la libertad. Han inaugurado la guerra á muerte; así lo quieren, así sea; ojo por ojo, diente por diente. La sangre de vuestros hermanos reclama más energía y más actividad que nunca, para acabar de una vez con esos vándalos, que en nombre del altar y del trono llevan el pillaje y el exterminio, como enseña de sus propósitos de feroces instintos. Soldados: ya que nuestros enemigos huyen siempre de vuestras bayonetas, necesario es que redoblemos hoy nuestras marchas, para que no les quede ni aun el recurso de la fuga; nuevos esfuerzos espera, y no duda ni un momento los haréis con entusiasmo, al grito de ¡viva la República!== Vuestro General en Jefe.=Nouvilas”. Pero a Novilas le quedaba poco tiempo en el teatro de Operaciones del Norte. El 13 de julio dimitía dejando una hoja de méritos donde los errores eran mas abundantes que los aciertos.
Imagen satírica de Nouvilas jugando a la gallinita ciega con Santa Cruz y otros oficiales carlistas . Diario La Flaca |
Mientras, en los rotativos del momento iban apareciendo datos e informaciones, con diversos matices en función de la afinidad política. Para el día 7, diarios como La Nación, ya registraba la noticia del fusilamiento: “Se ha confirmado, desgraciadamente, la noticia del fusilamiento de los 23 carabineros y el teniente hechos prisioneros en Endarlaza”, sin dar mayor explicación de lo ocurrido. Otros, como el tradicionalista Pensamiento Español del 10 de junio publicaba los pormenores de los ocurrido, pero apostillaba que todos los carabineros habían muerto en la lucha: “[…] Esta es la verdad de lo ocurrido, digan lo que quieran los liberales, que agotan el diccionario de la mentira para calumniar por este hecho al famoso e intrépido guerrillero”. Cuatro días después, en su edición del día 14, el periódico seguía mostrando relatos de ocurrido, pero mantenía la omisión “del detalle” de los fusilamientos.
Algunos periódicos, como el Boletín de Comercio del 19 de junio, La Nación del 18 de junio o el Correo Vascongado del 24 de junio, no dudaban en destacar el componente de conflicto internacional que había generado el cura, al ordenar hacer fuego sobre los supervivientes que estaban ya en territorio francés, mientras eran auxiliados por gendarmes.
Tampoco el carlismo “oficial”, con el que Santa Cruz mantenía ya importantes desencuentros que sobrepasaban el calificativo de rebeldía, encajaron lo sucedido en Endarlatsa, sumándose esta acción a la larga lista de insubordinaciones que Santa Cruz presentaba ya en su haber. El general Lizarraga, llamado a comandar los batallones gipuzkoanos, así como otros prohombres afines a la causa en la provincia, no dudaron en pedir “la cabeza del cura ” ante el mismísimo Carlos VII. Comenzaba el ocaso de la figura de Santa Cruz.
Viudas y Huérfanos
Ya se ha indicado que una parte de los cadáveres de los carabineros fueron retirados al cementerio de Bera; pero días más tarde, y tomando como referencia los datos que se localizan en los archivos parroquiales, algunos cuerpos parece que fueron trasladados a Irún, como el del Teniente del destacamento, Valentin Garcia, cuya defunción quedó registrada el 9 de junio en la parroquia de Santa Maria del Juncal. Transcurridos algunos meses, concretamente el 17 de noviembre de 1873, en el libro de finados de esta misma parroquia se incluyó un certificado de defunción de varios de los carabineros; posiblemente a instancias de sus familiares. Este es el caso del cabo 1º Miguel Mendez, del cabo 2º Francisco Alvarez, o los carabineros Ciriaco Lopez, Manuel Suarez, Miguel Mendez y Francisco Perez.
El fusilamiento de los carabineros dejó oficialmente un número de 25 viudas y 72 huérfanos; de hecho, un repaso a los archivos parroquiales añade algunos detalles de la vida familiar de estos hombres. Gracias a estos registros sabemos que el carabinero Pedro Cervino se había casado en 1869 con Pantaleona Calzada en Irun; Manuel Antuña el mismo año en Hernani con Agustina Yradi; Gavino Fernandez en Elduain con Juana Urdinarrain, y en los archivos consta que tenían ya dos hijos, el último nacido en 1872, bautizado en Hondarribia; o como el cabo Francisco Alvarez, que se había casado en 1864 con Maria Evarista Andreano en Getaria, teniendo por lo menos dos hijos: Bonifacia y Francisco. Este último, y como ya hemos hecho constar, llegó a ser coronel del Regimiento Sicilia, permaneciendo fiel al orden establecido por la Segunda República, lo que le valió pasar por un consejo de guerra, siendo apartado del ejército y “condenado a la pena de tres años y un día de prisión correccional” (Boletín Oficial del Estado del 5 de Junio de 1937).
En la mayoría de los casos la unidad familiar, no sólo se perdió un marido o un padre, sino también el sustento económico. A los pocos días y según recoge Fermín Muñoz: “El Ayuntamiento de San Sebastián, para aliviar la situación de las familias de los 35 carabineros asesinados por los carlistas en Endarlaza, el día 4, abre una suscripción popular el día 11, encabezada por el Ayuntamiento”. El tema fue llevado también al Palacio de las Cortes el 17 de junio, quedando la interpelación recogida en el diario La Iberia: “El Sr. La Hidalga: Tengo el honor de presentar á las Cortes una exposición de los jefes y batallón de voluntarios de San Sebastián suplicando á la Cámara se sirva acoger bajo su amparo a las 25 viudas y "72 huérfanos de los carabineros que en el encuentro del día 4 del corriente y en el puente de Endarlaza fueron bárbaramente sacrificados por las hordas del cabecilla que sin duda por un sarcasmo sangriento se llama sacerdote y se apellida Santa Cruz: y en cuya exposición se hacen resaltar las dificultades con que luchan los defensores de la República, que si caen prisioneros son asesinados o quemados vivos, mientras los facciosos apenas sienten el rigor de la ley”. El tema fue finalmente tratado en la sesión del 17 de septiembre.
“Cabezas de Turco”
Especialmente duro fueron los efectos de estas muertes en la población de Irún, donde vivían la mayoría de los Carabineros. Además del miedo e indignación, se produjo un gran descontento dirigido hacia los mandos de los Carabineros, siendo éstos los considerados responsables indirectos de la matanza. El principal protagonista de esta “caza de brujas” será uno de los oficiales de la Comandancia de Irún; el mismo que había redactado una de las cartas haciéndose eco de los quejas de los carabineros, Jose Arnaiz. De nuevo hallamos en el archivo Zavala una larga misiva donde el Gobernador Militar en San Sebastián hace partícipe al Comandante General de las tropas liberal en Gipuzkoa, el general Castillo, de una larga lista de hechos, muchos de ellos no probados, que afeaban la actitud de Jose Arnaiz; acusándolo, literalmente y entre otras lindezas, de pasar información a los carlistas y de cobardía ante el enemigo. El parte que llegó a manos del general Castillo, 3 días después de los sucesos, no tenía desperdicio:
Fuerzas de seguridad (carabinero, guardia civil y miquelete) encargadas de la vigilancia de la frontera (anterior a 1907). Fototeca del Archivo Municipal de Irun |
Aunque no sea la causa del trágico y desgraciado fin del destacamento de Endarlaza como le acusa las opiniones en Irún, esta se fundó en que vive en casa de un pariente suyo llamado Aguinaga, en íntimas y relaciones estrechas con el que también la habita. Este Aguinaga conocido en el país como acérrimo partidario de la causa carlista, tiene un hijo cura tan recalcitrante como él, y de aquí el que se asegura que Arnaiz le entera de cuantos los telégrafos y comunicaciones recibe, que ellos utilizan avisándolos a los facciosos, y en lo que ignoro lo que haya de verdad. Así mismo se dice, que en su contraste con la intimidad que tiene con su citado pariente, rehúye y esquiva el trato con los jefes de Nacionales de Irún, guardando con ellos la mayor reserva, así como la guarda también con el capitán de las compañía del Cuerpo allí situado. Dicen que en los momentos de peligro no se le ve nunca, así como que tiene guardia en su casa y no sale sino acompañado de carabineros, demostrando una falta de valor que honra poco al que viste el uniforme militar.
De todos estos dichos, cuyo total fundamento ignoro, pero que aseguran unos y otros; es para mí la causa de esa excitación que el mismo confirma hay contra el en la población; y el desaliento de la fuerza de que se me queja en un telegrama de anoche cuya copia acompaño a V.E. Por la razón he creído deber dirigir mi voz a la fuerza de las Comandancia en una orden cuya copia es también adjunta, para reanimar su espíritu y hacer renacer la confianza; pero creo que en las actuales circunstancias no puede ni debe continuar al frente de aquella Comandancia Militar un Jefe que con más o menos fundamento tiene tan poco prestigio ante la opinión pública. V.E sin embargo con su mayor criterio resolverá lo que tenga conveniente si es que uno de los varios jefes del ejército que asisten en esta plaza sin comisión ni destino no pueden utilizarse en aquel, mientras el Inspector del Cuerpo no releve a dicho Jefe, a quien lo suplico con fecha de hoy”. Lo que tengo la honra de trasladarle a V.E con inclusión de copia de los citados documentos para su superior conocimiento, debiendo significarle que en esta plaza existen todos los jefes del Regimiento de Infantería de Luchana y el capitán de carabineros D. Jose Martinez, el cual ha estado ya desempeñando interinamente el referido cargo en aquella villa. Dios que a V.E guarde muchos años. San Sebastian 7 de Junio de 1873. Jose Moreno de Christo”.
En su contestación del 8 junio, el general Castillo, resolvió la inmediata sustitución de Jose Arnaiz, por el capitán de carabineros Jose Martinez. Poco importaba que Arnaiz hubiera manifestado en anteriores cartas las deficiencias del puesto y que las órdenes del desplazamiento de los carabineros a Endarlatsa hubieran partido directamente del general Castillo.
Ante la indignación popular de los sectores liberales, tampoco faltaron intentos de linchamiento de prisioneros carlistas, tal y como queda recogido en el diario La Iberia del día 24 de junio: “[…] Al salir del gobierno civil para llevar los prisioneros a la cárcel, hubo voces pidiendo que se les diera muerte en represalias del fusilamiento de los carabineros de Endarlaza. El tumulto iba creciendo; pero merced a la energía del señor Tablas, capitán que mandaba la fuerza que se metió resueltamente con su caballo en medio de los amotinados y les apostrofó con calor, no hubo que lamentar serias consecuencia”.
Ambulancias carlistas cruzando el Bidasoa con heridos, cerca de Endarlatsa. Álbum Siglo XIX |
Reconstrucción del Puente y Defensas de “Erlaitz-Endarlaza”
El puente de Endarlatsa permaneció destruido a lo largo de toda la contienda. El paso del cauce se realizaba como antaño, gracias a gabarras que iban de un lado a otro. Con la guerra ya terminada, el Diario de Navarra del 5 de agosto se hizo de nuevo referencia a la presencia inglesa en la industria minera del lugar en estos términos: “Los ingleses, que de todo saben sacar partido, se aprovechan ahora de nuestra triste situación; han establecido por su cuenta y para uso particular un puente, o mejor dicho, han colocado unos tablones sobre dos barquichuelas y exigen, según se nos dice, veinte reales vellón por cada carro que pasa”. No se tuvo que esperar demasiado. Poco más de una año después, un puente volvía a cruzar el Bidasoa por Endarlatsa, suprimiendo la destrucción causada por la partida de Santa Cruz. El puente construido en hierro en los talleres de Bélgica de la fábrica Willebroek fue embarcado a finales de agosto de 1877 y terminado de montar en su lugar en noviembre de ese mismo año. “Digno de alabanza es el celo de nuestra corporación provincial demuestra en el desarrollo de las obras de caminos, fuente de riqueza para los pueblos, y en su deseo de borrar cuanto antes las huellas que en ellos ha dejado la última guerra civil” (El Eco de Navarra del 18 de noviembre de 1877). Pero años después ya sabemos que el nuevo viaducto sufrió idéntica suerte que el anterior, y lamentablemente, la guerra carlista, no fue la “última guerra civil”.
Garitón sobre el puente de Endarlatsa, de la línea Erlaitz-Endarlaza. “La línea de fortificación Erlaitz – Endarlaza” |
Recuerdo en la Memoria Colectiva y el Monumento
En 1882 el capitán H. Hue, un agregado militar francés visitó (en calidad de espía) las por entonces recién estrenadas fortificaciones de Endarlaza. Curiosamente en su informe hizo clara referencia a los fusilamientos de 1873, incluyendo en su redacción algunos datos de lo ocurrido: “La orilla guipuzcoana no ha sido cruzada nunca por ejército alguno y así permanecería mientras que la población, a cien pasos de mi ingreso en territorio de España, tiene presente a la mínima la sangrante ejecución de 33 carabineros de Endarlaza bajo las órdenes del cura de Santa Cruz, que inauguró la larga serie de sus fechorías” (Juan Antonio Saenz). Es decir, años después, los fusilamientos permanecían todavía “bien presentes” en la memoria colectiva; sin embargo no fue hasta entrado ya el siglo XX cuando se materializó un monumento que sirviera de recuerdo; si bien, y según consta en la Revista técnica de la Guardia Civil, hasta ese momento: “[…] tan sólo existió una cruz y una pequeña empalizada que rodeaba el árbol a cuyo pie se realizó el fusilamiento”.
El lugar físico del fusilamiento había quedado en esta memoria colectiva marcado geoespacialmente al borde la cuneta de la vieja carretera, bajo las ramas de un árbol de porte importante, identificado en la mayoría de las crónicas y avalado por la fotos de época, como un castaño, aunque también se muestran variantes en las descripciones que nombran el árbol como un nogal o una encina. Según se describe en el Heraldo de Zamora en su edición de 8 de agosto de 1898: “[…] en el tronco de un hermoso castaño que desde algunos metros arriba en la falda de la montaña parece extender sus ramas sobre el lugar de la ejecución, ha grabado un sencilla memoria […]. La inscripción se ve desde la carretera, forma un cuadro como de media vara en el tronco, y por el grueso de la corteza arrancada, hace el efecto de un nicho antiguo cuyas letras hubiere medio borrado el tiempo. Dice así: Fusilamiento de Carabineros - Día 4 de Junio – Año 1873 – R.I.P”.
Monumento de 1907. Revista Ahora |
Fue en un desapacible día, a primeros de octubre de 1907 cuando finalmente se procedió a la inauguración de un pequeño monumento en Endarlatsa “que el cuerpo de carabineros dedicaba a la memorias de los compañeros fusilados por los carlistas en Endarlaza en el año 1873”. La idea había partido del militar y periodista Basilio Lacort Larralde, que desde su diario El Porvenir Navarro de tendencias claramente republicanas y anticlericales, había impulsado una suscripción con el fin de recaudar fondos para costear el monumento: “[…] donativos desde diez céntimos, cuota mínima, a una peseta, cuota máxima”. El día 2 de octubre de aquel año, se inauguró este recordatorio, emplazado a la salida del puente, ya en la orilla Navarra. En una carta al director en la revista El Motín de 1909, se justificaba esta localización, en vez del castaño que tradicionalmente se establecía como lugar del fusilamiento, de la siguiente forma: “[…] estuviese vigilado de cerca por las fuerzas del Resguardo, y evitar así un desaguisado que los fanáticos campesinos pudieran llevar á cabo con el monumento”. El carlismo seguía siendo una fuerza imperante en la zona, y se temía la destrucción del mismo.
Imagen de la inauguración del monumento en octubre de 1907. Bidasoa Ikerketa Zentroaren Bloga |
Santiago Benavides. Diario ABC |
Imagen de la misa celebrada el 4 de junio de 1909 en la zona Gipuzkoana. La Ilustración Militar |
A partir de ese momento comenzaron las instituciones a formalizar los actos conmemorativos; aplaudiéndose el evento por las fuerzas políticas liberales y republicanas, pero siendo claramente denostado por las tradicionalistas. En 1910, en el ayuntamiento Irun, y según se recoge el diario La Rioja del 2 de junio, tras una agria polémica donde los concejales carlistas habían calificado a los carabineros fusilados como “traidores”, “[…] se presentó una proposición pidiendo que para conmemorar en su aniversario la fecha de aquella tragedia, el Municipio depositase una corona en el monumento levantado a las víctimas. Así se acordó por mayoría”.
Mausoleo a los pies del castaño construido en 1913. Fototeca del Archivo Municipal de Irun |
El mausoleo fue escenario de concurridas conmemoraciones anuales, donde se daban cita simpatizantes de ideas republicanas; tanto es así, que en la mayoría de las fotos que se conservan de los fastos, la corona monárquica que remataba el monumento quedaba siempre tapada mediante el uso de algún adorno o bandera. La "fiesta-recordatorio" incluía por norma general, la colocación de coronas florales, misa y desfile militar seguido de un “lunch” para las autoridades. Sin embargo, la fractura ideológica de la sociedad seguía notablemente vigente, no faltando tampoco las críticas desde los sectores tradicionalistas: “No he de comentar ésa promiscuación política de elementos liberales y republicanos con asistencia de las autoridades civiles y militares, unidos, más que en su piedad hacia los carabineros sacrificados durante la pasada contienda, en su odio a los principios y aspiraciones de la Tradición Nacional” (El Cruzado Español del 13 de junio de 1930).
Imagen de la conmemoración de 1931. Kutxa Fototeka |
Un mes después comenzaba la Guerra Civil de 1936. Endarlatsa volvía a ser un punto estratégico, siendo el puente destruido en los primeros compases de la guerra para dificultar el avance de las milicias carlistas del Requeté a Gipuzkoa. El monumento de los carabineros, que había sido convertido en un elemento simbólico de ensalzamiento republicano y clara una deshonra para la historia carlista, fue fulminantemente desmontado. El historiador Aurelio Gutierrez ha recogido la siguiente noticia aparecida el 16 de agosto de 1936 en el Diario de Navarra, donde el carlista lesakarra Eladio Esparza Aguinaga hace referencia a la desaparición del mausoleo:
“Me dicen que está en Pamplona una lápida dedicada a los carabineros que fusiló Santa Cruz en Endarlatza. La noticia es satisfactoria en extremo. Aquella lápida era sencillamente un ultraje a la historia, mejor dicho, un ultraje a la verdad. Yo no digo que estuviera mal ni mucho menos una piadosa recordación a los fusilados por parte de sus compañeros. No voy por ahí, porque no debo ir por ahí, que es jurisdicción sentimental de clase o compañerismo. Para la lápida del monumento al pie del monte Endarlatza tenía una significación patente del cónclave en toda aquella zona navarro guipuzcoano, cónclave falso, cónclave de historia podrida y envenenada que ahora es el fruto inevitable de maldición madurado de aquellas simientes, se están extirpando con sangre de héroes de la tierra española. Lo de Endarlatza fue una traición manifiesta que no pudo ser reprimida más que por la última pena. Se levantó en el fortín la bandera blanca, símbolo de la paz y se buscó con la paz la enorme alevosía de martirizar a las gentes de Santa Cruz, cazándolos con engaño. Santa Cruz lo que no perdonaba era la traición, ni en los suyos, ni en los enemigos. Y esta verdad se ocultó, se falsificó en aquella lápida a la que otorgaron categoría de reparación y de homenaje debido a los mártires. Los traidores jamás pueden ser mártires ni héroes. Los traidores no son más que traidores. ¡Y ya es bastante! Y en torno a aquella lápida estaban las gentes desafectadas a la España católica y tradicional, autores de esta horrible hecatombe. ¡Bienvenida sea esta lápida a esta purificación que recibirá indudablemente en Pamplona!”.
“Me dicen que está en Pamplona una lápida dedicada a los carabineros que fusiló Santa Cruz en Endarlatza. La noticia es satisfactoria en extremo. Aquella lápida era sencillamente un ultraje a la historia, mejor dicho, un ultraje a la verdad. Yo no digo que estuviera mal ni mucho menos una piadosa recordación a los fusilados por parte de sus compañeros. No voy por ahí, porque no debo ir por ahí, que es jurisdicción sentimental de clase o compañerismo. Para la lápida del monumento al pie del monte Endarlatza tenía una significación patente del cónclave en toda aquella zona navarro guipuzcoano, cónclave falso, cónclave de historia podrida y envenenada que ahora es el fruto inevitable de maldición madurado de aquellas simientes, se están extirpando con sangre de héroes de la tierra española. Lo de Endarlatza fue una traición manifiesta que no pudo ser reprimida más que por la última pena. Se levantó en el fortín la bandera blanca, símbolo de la paz y se buscó con la paz la enorme alevosía de martirizar a las gentes de Santa Cruz, cazándolos con engaño. Santa Cruz lo que no perdonaba era la traición, ni en los suyos, ni en los enemigos. Y esta verdad se ocultó, se falsificó en aquella lápida a la que otorgaron categoría de reparación y de homenaje debido a los mártires. Los traidores jamás pueden ser mártires ni héroes. Los traidores no son más que traidores. ¡Y ya es bastante! Y en torno a aquella lápida estaban las gentes desafectadas a la España católica y tradicional, autores de esta horrible hecatombe. ¡Bienvenida sea esta lápida a esta purificación que recibirá indudablemente en Pamplona!”.
El monumento reconstruido. "Bera gure herria" |
los carabineros fueron repuestas, pero con algunas variaciones en la identificación de los carabineros; y cómo no podía ser de otra manera, la corona monárquica que remataba el original fue eliminada definitivamente.
Desde 1940 el monumento quedó relegado a convertirse en un elemento pintoresco del paisaje de la N-121, sufriendo un paulatino deterioro que llevó a historiadores de la zona, como Andoni Esparza Leibar, a principios del 2000 a poner de nuevo el foco de la atención mediática en su deficiente estado de conservación y la necesidad de perpetuar este elemento de recuerdo de la última Guerra Carlista.
Con las obras de mejora de la peligrosa N-121 para su transformación en autovía, el maltrecho monolito fue desmantelado mientras se ampliaba la carretera y se levantaba el nuevo puente de la autovía sobre el Bidasoa. A mediados de 2009, y tras un serio lavado de cara fue restituido, pudiéndose visitar en una localización muy cercana al lugar donde estuvo el primer monumento, y en la proximidades donde se levantó el malogrado fortín, cómo último exponente tangible de lo ocurrido el 4 de junio de 1873.
A Modo de Conclusión
Los documentos oficiales depositados en el archivo Zavala han añadido algunos datos adicionales coetáneos en la maraña de información que supone un hecho histórico y de trascendencia, como fue el fusilamiento de los carabineros a manos del cura Santa Cruz. Semejante ejemplo de laberíntica complejidad de visiones encontradas, muestra la dificultad de comprensión de eventos sucedidos no hace tanto tiempo.
El antiguo oficial de artillería Joaquín Llorens, reconvertido en un reputado diputado carlista a principios del XX no tuvo reparos en afirmar en una carta al Barón de Montevilla que los fusilamientos fueron un acto "asqueroso y repugante", calificando al Cura como "traidor" por su indisciplina: “Yo, por lo que vi y oí en la guerra, lo hubiera fusilado por la espalda de haberlo cogido, porque tengo por evidente que el Consejo de Guerra, a muerte lo hubiera condenado".
El antiguo oficial de artillería Joaquín Llorens, reconvertido en un reputado diputado carlista a principios del XX no tuvo reparos en afirmar en una carta al Barón de Montevilla que los fusilamientos fueron un acto "asqueroso y repugante", calificando al Cura como "traidor" por su indisciplina: “Yo, por lo que vi y oí en la guerra, lo hubiera fusilado por la espalda de haberlo cogido, porque tengo por evidente que el Consejo de Guerra, a muerte lo hubiera condenado".
El 3 de abril de 1923, 50 años después de lo sucedido en Endarlatsa, el padre Apalategui mantuvo una conversación con el por entonces jubilado jefe de miqueletes Juan Pablo Lojendio Estensoro. Este veterano miquelete fue uno de los que en su juventud persiguió por la geografía vasco-navarra al cura Santa Cruz, comentando que: “Yendo en persecución de Santa Cruz, me acosté varias veces en la misma cama donde había dormido el Cura la noche anterior; y en Aya estaba todavía la cama caliente”. Y preguntando directamente por los fusilamientos, el Padre Apalategui registró la siguiente firme y corta frase en boca de Lojendio: “Y entonces el Cura tenía razón”. Un lustro después de los fusilamientos, un consagrado “enemigo del cura” aceptaba las motivaciones que había llevado al cura a acabar con la vida de sus prisioneros.
De ser así, Santa Cruz mostró una ética militar discutible, sin duda,… muy discutible.
De ser así, Santa Cruz mostró una ética militar discutible, sin duda,… muy discutible.
Localización de los distintos monumentos a los carabineros fusilados en 1873, sobre ortofoto de 1945 y 2015 |
Agradecimientos
Deseo agradecer el interés y la ayuda prestada en la realización de esta entrada a: Biblio, Jose Angel Brena, Aurelio Gutierrez y Andoni Esparza Leibar.
Actualización del 17/08/2017: Se completa la identificación de los carabineros gracias a los datos localizados por el historiador Aurelio Gutierrez en los archivos parroquiales de Bera de Bidasoa.
Actualización del 10/02/2018: Gracias a Victor Sierra-Sesumaga se incorporan varios fragmentos de cartas manuscritas de Joaquín Llorens y Fernández de Córdova.
Actualización del 17/08/2017: Se completa la identificación de los carabineros gracias a los datos localizados por el historiador Aurelio Gutierrez en los archivos parroquiales de Bera de Bidasoa.
Actualización del 10/02/2018: Gracias a Victor Sierra-Sesumaga se incorporan varios fragmentos de cartas manuscritas de Joaquín Llorens y Fernández de Córdova.