El relato de los acontecimientos de la Guerra Carlista está saturado de referencias a hermanos, familiares o amigos que enfrentados por convicción, por deber o por simple azar se armaron, no dudando en dispararse y acometerse a la bayoneta.
En esta entrada al blog nos centraremos en estas anécdotas, pequeños detalles de microhistoria llenos de humanidad que se repetirán con diferentes nombres y apellidos. La Guerra Carlista nunca fue una guerra romántica.
A lo largo del siglo XIX la familia Barandica Mendieta se labró un notable porvenir dentro de la política y la pujante industria de Bizkaia. El padre, Manuel Barandica Abaro-Echeverria (Amorebieta 1793 – Bilbao 1855), fue escribano y político de claras tendencias liberales. Casado con Casilda Mendieta Zarate (Amorebieta 1803 – Bilbao 1878), primeramente se establecieron en Amorebieta donde fue secretario del ayuntamiento y de allí pasó a Bilbao, desempeñando distintos cargos: secretario de policía, secretario de Gobierno y de Justicia de la Diputación y traductor de las actas de Juntas Generales.
Los archivos parroquiales nos indican que tuvieron 11 hijos, algunos también figuras destacadas de la clase bizkaina, que incrementaron de forma notable el patrimonio familiar:
Manuel Barandica Mendieta (1827 – 1899) fue el hijo primogénito. En 1851 obtuvo el título de Licenciado en Jurisprudencia, siendo regidor en la Diputación Bizkaina entre 1852 y 1854, para posteriormente dedicarse a a la actividad financiera como director del Banco de Bilbao desde 1864 hasta 1895.
Torcuato Barandica Mendieta (1841 – 1899) fue el 5º hijo varón de la pareja. Estudió la especialidad de ingeniería de Minas en Lieja (Francia), y posteriormente ocupó importantes cargos dentro de la industria bizkaina.
Por su parte Vicente Barandica Mendieta, fue el 3º hijo varón, naciendo en 1836, cuando la pareja ya estaba viviendo en Bilbao. En una familia de políticos, ingenieros y abogados, Vicente prefirió la vida castrense, estableciéndose en Madrid. No han sido mucho los datos que he podido encontrar en relación con su evolución en el ejército, pero fue allí donde se encontró con Francisco Rodriguez Vera (Orihuela 1838 – Hellin 1913), del que ya hemos hablado en la entrada de la Bandera del 6º de Guipuzcóa.
La carrera militar de ambos debió ser muy similar compartiendo destinos en las colonias. En 1862 lucharon en la campaña de Santo Domingo ya con el grado de capitán de artillería. Pocos años después retornaron a la Península. Vera fue asignado al 4º Regimiento Montado de Artillería, mientras que Barandica militó en el 3º, ambos en Madrid. Para entonces ya sabemos que eran íntimos amigos, según indicó un veterano carlista, Roque Alday, al Padre Apalategui:
“Barandica era un bilbaíno, íntimo amigo de Rodriguez Vera”,
y en boca del propio Rodriguez Vera, Roque pone estas palabras:
“- (Barandica y yo) Siempre hemos andado juntos”.
Con la llegada de la década de los 70, los caminos de ambos amigos comienzan a separarse. Vicente se casará con Alejandra-Elvira Ampuero Moragas. Su amigo, Rodriguez Vera, parece que no tuvo tanta fortuna en cuestión del corazón. En su biografía se describe que en reiteradas ocasiones apuntó el deseo de casarse, algo que no llegó a realizar. En 1871, Rodriguez Vera decide dejar el ejército y al poco marcha a Francia con la firme decisión de entrar en un convento. Según lo que el propio Rodriguez Vera contó a Roque Alday:
“- El día que se casó Barandica entre yo en el convento”.
Pero “Las Españas” viven momentos convulsos. Con la proclamación de la República, y el comienzo de la guerra carlista, Rodriguez Vera deja los hábitos y vuelve a la Península. Sin embargo, toman bandos diferentes: Rodriguez se incorporará a las huestes carlistas, mientras que Barandica permanecerá en las filas republicanas. Posiblemente las tendencias políticas familiares pesaron mucho sobre sus decisiones.
Ambos son destinados al frente “Norte”. Barandica deja en Madrid a su mujer y a sus dos hijos de corta edad: Manuel (Madrid 1872 – 1948) y Elvira (Madrid 1873 – 1943). Por su parte Vera queda bajo las órdenes de Lizarraga, pero pronto es destinado a la sección de artillería. En esta situación de guerra declarada se anota la siguiente anécdota contada por el veterano carlista Roque Alday:
“Estando en Asteasu […] se nos pasaron 4 artilleros liberales con sus respectivos machos.
-¿Quién manda vuestra batería? -les preguntó Rodríguez Vera.
-El capitán Barandica -respondieron. […]
Tuvo (Rodriguez Vera) la humorada de extender una orden mandando se diera de baja a los soldados por haberse pasado a los carlistas y remitió la orden a Barandica”.
Indudablemente el aprecio y simpatía que se tenían debía de ser fuerte, siendo capaces de mantener en aquellos momentos tan sombríos, los detalles de humor que engalanan toda amistad.
Finalmente fue en el frente de Somorrostro, en marzo de 1874, cuando ambos amigos se encontraron. Vera al mando de una exigua fuerza de cañones, la Sección de Montaña de Guipúzcoa y Barandica, como teniente coronel capitán de 2º Regimiento de Artillería de Montaña.
El día 27 de marzo, la batalla de San Pedro de Abanto se encuentra en su apogeo. Las tropas liberales se empeñan, una y otra vez, en romper al asalto el centro del campo fortificado carlista. La lucha se torna especialmente cruenta en los alrededores de la iglesia de San pedro de Abanto, convertido en un fuerte reducto. Los oficiales liberales no dudan en hacer avanzar su artillería para posicionarla en zonas cercanas a la línea de fuego y poder batir las trincheras carlistas. Los parapetos para estas piezas tienen que ser construidos bajo una recia lluvia de balas. Barandica se encontraba en una de esas improvisadas fortificaciones, en pleno asalto a los caseríos de Murrietas, cuando según relato del periódico “El Imparcial” y “La Discusión”, una bala de fusil le atravesó el pecho, cayendo mortalmente herido.
“ […] Una bala de fusil atraviesa el pecho del valiente capitán hallándose éste en la batería situada a espalda y a unos 200 metros de Las Carreras. En aquel momento se habían agotado las hilas y los vendajes que el médico tenía en el reducto. Para traerlas de Las Carreras era necesario atravesar al descubierto esos 200 metros, por donde caía copiosa lluvia de balas. Un artillero, sin consultar otro sentimiento que el afecto profundo a su capitán, sale de la batería y desciende rápidamente la cuesta hasta Las Carreras, adonde llegó ileso. Una vez en su poder las hilas y vendajes emprende la vuelta sin detenerse un paso; pero al llegar a mitad del camino y junto a un pozo o balsa donde se saca agua para las caballerías, vé caer a su lado una granada con espoleta, de las pocas que consiguió hacer llegar hasta esa distancia el cañón carlista de San Pedro. El heroico artillero, rápido como el pensamiento, deja en el suelo las hilas, coge con ambas manos la granada, la arroja al pozo, y después de recobrar las hilas continúa su ascensión a través de una nube de plomo, llegando a la batería a tiempo de que, con los medios por él llevados a tanto riesgo, se contuviera la hemorragia del herido”.
Este hombre se llamaba Tomas Bornes, manchego de la 3º compañía del regimiento de montaña. Parece que gracias a la asistencia de este soldado, se le aplicaron las primeras curas a Barandica, pudiendo ser retirado del frente y trasportado hasta Castro Urdiales. La lucha había producido tantos heridos que resulta imposible darles acomodo y trasporte a todos. En el diario “La Época” aparece la siguiente reseña:
“Me ha afectado profundamente, dice el corresponsal, ver esta mañana tendidos en dos carretas al coronel señor Moltó y al capitán de artillería Sr. Barandica, heridos ayer. Ofrecí a este último un lecho de los que hemos preparado en el Carmen para Jefes y oficiales; pero con una exquisita delicadeza el joven artillero prefirió dejar para otro ese lecho, yendo a buscar el de una casa particular donde pueda costearse los gastos de su curación”.
Pocos días después Vicente Barandica muere de las heridas sufridas.
Según consta en los escritos de Apalategui, cuando Rodriguez Vera se enteró de la muerte de su amigo exclamó:
“-Pues ahora tendré que morir yo”.
Vicente será enterrado en Castro Urdiales, localizándose su todavía cuidada tumba en el cementerio de La Ballena:
“Vicente Barandica y Mendieta Coronel teniente Capitán del 2º regimiento de artillería de montaña. Falleció en Castro Urdiales el 2 de abril de 1874 a consecuencia de las heridas recibidas en las baterías avanzadas el 27 de marzo del mismo año”.
Su mujer se volvió a casar en segundas nupcias, muriendo en 1914. Su hijo, Manuel Barandica Ampuero ingeniero de minas y geógrafo, se convirtió en un reputado intelectual que escribió numerosos trabajos científicos. Su hija, Elvira, fue una notable historiadora y condesa de Cerragería por matrimonio.
De las vicisitudes de su camarada Rodriguez Vera ya hemos comentado algo en la entrada de la bandera del 6º de Guipúzcoa.
Por último, resulta también anecdótico que su hermano mayor, Manuel, el político financiero liberal de la familia, dos años después de enterrar a su hermano y habiendo sido elegido diputado a Cortes, defendiera en Madrid las instituciones vascas. En su discurso ante la cámara del 18 de julio de 1876, exponía que el proyecto de abolición foral lo veía como una ley de castigo tras la contienda carlista y anteponía los servicios prestados por estas provincias. Concluía su alocución con el ofrecimiento de lealtad, de servicio a la nación española dentro del marco del sistema foral:
" […] Pedidnos, cuando necesitéis para la defensa de la independencia nacional y de la libertad de la Patria, toda nuestra hacienda y toda nuestra sangre, que no escatimaremos ni una sola gota ; pero no nos arranquéis nuestro árbol santo de Guernica, el roble venerado que tantos siglos ha cobijado con su sombra las Asambleas populares de mi país ; no nos arrebatéis nuestras libertades vascongadas a nombre de la libertad de la Patria ; no nos arranquéis nuestro modo de ser, con el cual estamos connaturalizados, y dentro del cual podemos ser españoles leales, como hemos sido siempre".
Los fueros fueron finalmente abolidos. El germen del nacionalismo vasco comenzaba a prender.
En esta entrada al blog nos centraremos en estas anécdotas, pequeños detalles de microhistoria llenos de humanidad que se repetirán con diferentes nombres y apellidos. La Guerra Carlista nunca fue una guerra romántica.
Firma de Manuel Barandica Abaro_Echeverria. Tomado de: "Diccionario Biográfico de los Diputados Generales, Burocratas y Patricios de Bizkaia" |
Los archivos parroquiales nos indican que tuvieron 11 hijos, algunos también figuras destacadas de la clase bizkaina, que incrementaron de forma notable el patrimonio familiar:
Manuel Barandica Mendieta Enciclopedia Auñamendi |
Torcuato Barandica Mendieta (1841 – 1899) fue el 5º hijo varón de la pareja. Estudió la especialidad de ingeniería de Minas en Lieja (Francia), y posteriormente ocupó importantes cargos dentro de la industria bizkaina.
Por su parte Vicente Barandica Mendieta, fue el 3º hijo varón, naciendo en 1836, cuando la pareja ya estaba viviendo en Bilbao. En una familia de políticos, ingenieros y abogados, Vicente prefirió la vida castrense, estableciéndose en Madrid. No han sido mucho los datos que he podido encontrar en relación con su evolución en el ejército, pero fue allí donde se encontró con Francisco Rodriguez Vera (Orihuela 1838 – Hellin 1913), del que ya hemos hablado en la entrada de la Bandera del 6º de Guipuzcóa.
La carrera militar de ambos debió ser muy similar compartiendo destinos en las colonias. En 1862 lucharon en la campaña de Santo Domingo ya con el grado de capitán de artillería. Pocos años después retornaron a la Península. Vera fue asignado al 4º Regimiento Montado de Artillería, mientras que Barandica militó en el 3º, ambos en Madrid. Para entonces ya sabemos que eran íntimos amigos, según indicó un veterano carlista, Roque Alday, al Padre Apalategui:
“Barandica era un bilbaíno, íntimo amigo de Rodriguez Vera”,
y en boca del propio Rodriguez Vera, Roque pone estas palabras:
“- (Barandica y yo) Siempre hemos andado juntos”.
Con la llegada de la década de los 70, los caminos de ambos amigos comienzan a separarse. Vicente se casará con Alejandra-Elvira Ampuero Moragas. Su amigo, Rodriguez Vera, parece que no tuvo tanta fortuna en cuestión del corazón. En su biografía se describe que en reiteradas ocasiones apuntó el deseo de casarse, algo que no llegó a realizar. En 1871, Rodriguez Vera decide dejar el ejército y al poco marcha a Francia con la firme decisión de entrar en un convento. Según lo que el propio Rodriguez Vera contó a Roque Alday:
“- El día que se casó Barandica entre yo en el convento”.
Pero “Las Españas” viven momentos convulsos. Con la proclamación de la República, y el comienzo de la guerra carlista, Rodriguez Vera deja los hábitos y vuelve a la Península. Sin embargo, toman bandos diferentes: Rodriguez se incorporará a las huestes carlistas, mientras que Barandica permanecerá en las filas republicanas. Posiblemente las tendencias políticas familiares pesaron mucho sobre sus decisiones.
Ambos son destinados al frente “Norte”. Barandica deja en Madrid a su mujer y a sus dos hijos de corta edad: Manuel (Madrid 1872 – 1948) y Elvira (Madrid 1873 – 1943). Por su parte Vera queda bajo las órdenes de Lizarraga, pero pronto es destinado a la sección de artillería. En esta situación de guerra declarada se anota la siguiente anécdota contada por el veterano carlista Roque Alday:
“Estando en Asteasu […] se nos pasaron 4 artilleros liberales con sus respectivos machos.
-¿Quién manda vuestra batería? -les preguntó Rodríguez Vera.
-El capitán Barandica -respondieron. […]
Tuvo (Rodriguez Vera) la humorada de extender una orden mandando se diera de baja a los soldados por haberse pasado a los carlistas y remitió la orden a Barandica”.
Indudablemente el aprecio y simpatía que se tenían debía de ser fuerte, siendo capaces de mantener en aquellos momentos tan sombríos, los detalles de humor que engalanan toda amistad.
Finalmente fue en el frente de Somorrostro, en marzo de 1874, cuando ambos amigos se encontraron. Vera al mando de una exigua fuerza de cañones, la Sección de Montaña de Guipúzcoa y Barandica, como teniente coronel capitán de 2º Regimiento de Artillería de Montaña.
Asalto a Putxeta. Álbum Siglo XIX |
“ […] Una bala de fusil atraviesa el pecho del valiente capitán hallándose éste en la batería situada a espalda y a unos 200 metros de Las Carreras. En aquel momento se habían agotado las hilas y los vendajes que el médico tenía en el reducto. Para traerlas de Las Carreras era necesario atravesar al descubierto esos 200 metros, por donde caía copiosa lluvia de balas. Un artillero, sin consultar otro sentimiento que el afecto profundo a su capitán, sale de la batería y desciende rápidamente la cuesta hasta Las Carreras, adonde llegó ileso. Una vez en su poder las hilas y vendajes emprende la vuelta sin detenerse un paso; pero al llegar a mitad del camino y junto a un pozo o balsa donde se saca agua para las caballerías, vé caer a su lado una granada con espoleta, de las pocas que consiguió hacer llegar hasta esa distancia el cañón carlista de San Pedro. El heroico artillero, rápido como el pensamiento, deja en el suelo las hilas, coge con ambas manos la granada, la arroja al pozo, y después de recobrar las hilas continúa su ascensión a través de una nube de plomo, llegando a la batería a tiempo de que, con los medios por él llevados a tanto riesgo, se contuviera la hemorragia del herido”.
Este hombre se llamaba Tomas Bornes, manchego de la 3º compañía del regimiento de montaña. Parece que gracias a la asistencia de este soldado, se le aplicaron las primeras curas a Barandica, pudiendo ser retirado del frente y trasportado hasta Castro Urdiales. La lucha había producido tantos heridos que resulta imposible darles acomodo y trasporte a todos. En el diario “La Época” aparece la siguiente reseña:
“Me ha afectado profundamente, dice el corresponsal, ver esta mañana tendidos en dos carretas al coronel señor Moltó y al capitán de artillería Sr. Barandica, heridos ayer. Ofrecí a este último un lecho de los que hemos preparado en el Carmen para Jefes y oficiales; pero con una exquisita delicadeza el joven artillero prefirió dejar para otro ese lecho, yendo a buscar el de una casa particular donde pueda costearse los gastos de su curación”.
Pocos días después Vicente Barandica muere de las heridas sufridas.
Diario "La Época" 11 de abril de 1874 |
“-Pues ahora tendré que morir yo”.
Vicente será enterrado en Castro Urdiales, localizándose su todavía cuidada tumba en el cementerio de La Ballena:
Lápida de Vicente Barandica Mendieta. Cortesía de Ramon Sevillano |
Su mujer se volvió a casar en segundas nupcias, muriendo en 1914. Su hijo, Manuel Barandica Ampuero ingeniero de minas y geógrafo, se convirtió en un reputado intelectual que escribió numerosos trabajos científicos. Su hija, Elvira, fue una notable historiadora y condesa de Cerragería por matrimonio.
De las vicisitudes de su camarada Rodriguez Vera ya hemos comentado algo en la entrada de la bandera del 6º de Guipúzcoa.
Por último, resulta también anecdótico que su hermano mayor, Manuel, el político financiero liberal de la familia, dos años después de enterrar a su hermano y habiendo sido elegido diputado a Cortes, defendiera en Madrid las instituciones vascas. En su discurso ante la cámara del 18 de julio de 1876, exponía que el proyecto de abolición foral lo veía como una ley de castigo tras la contienda carlista y anteponía los servicios prestados por estas provincias. Concluía su alocución con el ofrecimiento de lealtad, de servicio a la nación española dentro del marco del sistema foral:
" […] Pedidnos, cuando necesitéis para la defensa de la independencia nacional y de la libertad de la Patria, toda nuestra hacienda y toda nuestra sangre, que no escatimaremos ni una sola gota ; pero no nos arranquéis nuestro árbol santo de Guernica, el roble venerado que tantos siglos ha cobijado con su sombra las Asambleas populares de mi país ; no nos arrebatéis nuestras libertades vascongadas a nombre de la libertad de la Patria ; no nos arranquéis nuestro modo de ser, con el cual estamos connaturalizados, y dentro del cual podemos ser españoles leales, como hemos sido siempre".
Los fueros fueron finalmente abolidos. El germen del nacionalismo vasco comenzaba a prender.
Estupendo relato. Supongo que le hirieron o en la batería de San Lorenzo o en la del Campón (alturas de Pucheta), porque "bajó la cuesta" y "volvió a subir". Como curiosidad. A ambos márgenes de la carretera actual, todas las casas tienen su pozo. Hay una capa freática que hace que a nada que se cave se encuentre agua, imcluso llega a manar cuando llueve mucho. Supongo que sería uno de esos pozos donde lanzó la granada.
ResponderEliminar"El propio relato de lo que vivieron es, sin duda, el mejor de los libros." Me cito a mi mismo ;-) . Sinceramente no pensaba en que iba a dar para tanto. Yo también me he sorprendido, especialmente cuando ví que la tumba sigue estando cuidada. Parece que no todo ha caído en el olvido.
ResponderEliminarInteresante apunte el que haces, lo registro en el disco duro.
muy interesante, buscando a mi tatarabuelo que falleció en Castro urdiales un mes después, me encontré con esta tumba en la ballena. ayer mismo leyendo el "época" del 30 de abril de 1874 leo esto: "La época anunció que el capitán de artillería señor Barandica herido en Somorrostro en la acción del 27 de marzo, había muerto en el hospital, y no siendo esto exacto, puesto que conducido a Castro Urdiales, a la casa del señor Llantada, en ella falleció, nos parece justo rectificasr, añadiendo que estuvo perféctamente asistido por los dueños de la casa y por sus compañeros". me ha encantado tu entrada, impresionante la cantidad de información que has sacado sobre este oficial. Ramón Sevillano
ResponderEliminarNo es de extrañar que fuese acogido en casa del SAr. Llantada, tal y como cita esa nota. Sólo como posibilidad, ya que existió un antepasado mío de nombre Mateo Llantada Barandica, de fecha bastante anteripor a la de los hechos, pero en cualquier caso quizás fueran parientes lejanos. Es una posibilidad bastante real
Eliminarcoño! si la foto que has colgado de la tumba es una mía, la habrás sacado del feisbu supongo, un honor aprender de vosotros. un abrazo y gracias. Ramón Sevillano
ResponderEliminarsi quieres ampliar, dame tu correo y te paso la foto de la nota de "la época" que no se subirla, o cógela de mi feisbu, está en el hilo donde colgué la foto de la tumba. Ramón Sevillano. https://www.facebook.com/photo.php?fbid=633237526784826&set=a.633182116790367.1073741912.100002957543502&type=3&theater
ResponderEliminarahora que veo en mis fotos, esa foto no es mía, pido perdón por el rollo, será otro Ramón Sevillano jajaja.
ResponderEliminarBuenos días Ramón,
ResponderEliminarGracias por tus comentarios. La verdad es que cómo muchas cosas en esta vida, fue fruto de la casualidad. Tenía fresco en la memoria el apellido de Barandica, porque había estado escribiendo la entrada de la bandera del 6º de Gipuzkoa, donde comento un poco de la vida del oficial artillero carlista Rodriguez Vera. En los escritos que recogió el Padre Apalategui sobre Vera se nombraba a su amigo Barandica y que murió en Somorrostro.
No fue hasta que el autor del blog http://km-130.blogspot.com.es/” me remitió la información que habías dejado en su blog, cuando pude hilar el material y poder preparar una entrada donde se pusiera de manifiesto la amistad que unía a ambos hombres. El resto ya lo conoces.
Y no, efectivamente, la foto no es tuya. Cómo no tenía forma de localizarte, ni sabía de la existencia de tu “feisbus” me pase por el cementerio y busque la tumba. Me llevó un tiempo, pero al final la encontré. Dado que gracias a tu comentario me habías puesto en la pista de la misma, quise poner tu nombre como referencia de la misma. Espero que no te moleste. Total, que sin vuestra colaboración no hubiera sido posible la entrada al blog.
Agradezco tus comentarios y elementos para completar la entrada. En cuanto tenga tiempo me pondré con ello. Un cordial saludo.
claro que no me importa, al revés, es un honor. Muchas gracias. ahora que ya conozco tu blog, te leeré con atención. Estoy aprendiendo mucho de Km 130 y también de ti. un saludo
EliminarMe encantan estas micro-historias de personajes entrelazados. Por desgracia en España somos expertos en matarnos entre hermanos.
ResponderEliminarUn saludo.
Respecto a la tumba de Vicente Barandica, en Castro Urdiales, indicar que me dado una vuelta por el cementerio, y los restos han sido sacados por el Ayuntamiento hace 10 dias, y la idea que tienen es quitar la placa, y ceder a otra gente el uso y disfrute del panteon.
ResponderEliminarSi lee este comentario algun familiar, que se ponga en contacto con el ayuntamiento, por si puede solucionarse.
El motivo de la exhumacion, es por haberse terminado la concesión y no han encontrado s quien dirigirse para pagar los importes de la renovación.
Muchas gracias por la información. Me he puesto en contacto con el ayuntamiento de Castro. Me han informado que las tumbas no regularizadas serán estudiadas y aquellas con valor histórico/artístico serán desplazadas a otra ubicación del cementerio, pero en ningún caso serán eliminadas. La lápida de Barandica tiene suficiente entidad histórica como para ser incluida en este grupo. Esperemos que así sea.
EliminarAl dia de hoy 19 de Abril de 2.017, la lapida continua, pero los restos los han sacado y llevados a un osario comun
ResponderEliminarTe felicito por el artículo y la cantidad de datos que aportas, Quería saber si conoces el nombre de pila del Sr. Llantada, Creo que podría ser un antepasado mío, puesto que en esa época un antepasado mío se llamaba Mateo Llantada Barandica y quizá podría ser el, el que lo acogió en su casa hasta su muerte. Perdona por el rgollo. Un abrazo y de nuevo felicidades.
ResponderEliminarBuenos días Javier,
Eliminarya puedes perdonar el retraso en contestarte. No es ningún rollo lo que comentas y sí, un aporte interesante.
La verdad es que desconozco lo que preguntas. La cita del artículo es de Ramón Sevillano, de hecho, en el vaciado bibliográfico que realicé en su momento no la localicé.
Son simples suposiciones, pero imagino que el "Sr. Llantada" tenía que ser alguien acomodado de la sociedad de Castro Urdiales del momento, así que no es descartable que tu antepasado fuese la persona que cuidó al oficial de artillería, tal vez porque también fueran familiares lejanos.
Por otro lado, este aspecto, también posibilitaría el hecho que su tumba en el cementerio de la Ballena se mantuviera durante tantos años, al quedar una rama familiar afincada en Castro. Pero, repito, son suposiciones.
Me puedes remitir un e-mail privado?
Un cordial saludo,